Este jueves, relato: La ventana indiscreta
En el apartamento, la noche estrenada quedaba borrosa entre cortinas estampadas. A oscuras, jugué a levantarme y mirar a través de mi cámara. Me acerqué a la ventana y calculé el tiempo que faltaba para que, de nuevo, «aquello» se repitiese como cada noche. Solo unos segundos y ella me acompañaría en una ficción con el recelo del que sabe que el tiempo es limitado y que en el principio comienza la cuenta atrás. Imaginé en ese momento una escena de cine y encendí un cigarrillo. La primera calada se fundió en los cristales. El humo, sin avisar, dibujó mis ansias en la superficie transparente entre el visillo de tergal y la tupida cortina de cretona. Me vi perdido ante el cristal, mirando hacia no sé dónde. Era una dispersión que ya conocía de antes, sabía exactamente de qué se trataba. Extendí el brazo y acaricié la tela que, ondulada, me protegía del exterior. Note la suavidad de su fondo y el cuerpo de sus relieves, flores, lazadas, volutas sin fin que recorrían el tejido de un