Entradas

Mostrando las entradas etiquetadas como Cuentos de andar por casa.

Cuentos de andar por casa: ¡Cumpleaños!

Imagen
¡Cumpleaños! Estaba yo viendo detenidamente al gusano buscándole el agujero por todos los lados, pero no había forma. Primero le apliqué la teoría esa de las cuerdas y nada, que si quieres arroz Catalina, luego le puse a ambos lados, equidistantes, dos globos terráqueos y por más que intentaba mantener el paralelismo entre ellos, él se movía convirtiéndolo en un espacio asimétrico divergente. Desesperado por lo infructuoso de mi intento, pensé que necesitaría una ayuda especial, alguien que por la pureza de su alma, la limpieza de su mente y la grandeza de su corazón, entendiese de igual a igual el sublime y misterioso mensaje que hasta ese momento parecía recibir de un simple gusano de seda. Cabizbajo y meditabundo me sorprendió mi nieto Alejandro que con la mirada se interesó por mi abstracción y al que intente explicar, como se le explican las cosas a un niño, el motivo de mi profunda preocupación. Habría asumido, como era lógico, que él no hubiera entendido absolutament

Cuentos de andar por casa: Reflexiones de un emprendedor.

Imagen
Reflexiones de un Emprendedor. Mi trabajo consiste en fabricar colores. Los lunes hago amarillos; se venden bien, no lo que me gustaría, pero para empezar la semana no está mal. Por la noche siempre recojo sobrantes que están en buen estado y los guardo para el miércoles.  Los martes, azules. De este a veces repito, siempre hay algún cliente que me sorprende con la cantidad. No es problema, habitualmente siempre hago de más. El miércoles, verde, que consigo mezclando los amarillos y azules sobrantes de los dos días anteriores. Es el más rentable y el más variable… a veces es más azul y otras más amarillo. Todavía no le he cogido el tranquillo a la mezcla. Los jueves —además de escribir— fabrico rojos, me lo quitan de las manos. En este país casi todo se pinta de rojo, hasta el asta del toro negro. Los viernes, morados, en todas sus gamas: lilas, fucsias, violetas, índigos. Ante la proximidad del fin de semana el personal está al borde del colapso y un poco de equilibri

Cuentos de andar por casa: Después de esto... la felicidad

Imagen
Después de esto... la felicidad De nuevo en este ordenador.  Una vez quitado el polvo, blanqueadas las teclas y eliminados miles de Spam, empieza una nueva época.   No ha sido un buen invierno: largo, inquietante, incómodo, austero y con ausencias, menos mal que ha llegado mi nieto y lo ha puesto todo en su sitio, bueno, mejor dicho todo fuera de su sitio. Las caras agrias y lechosas se volvieron dulces y sonrosadas, la mirada, que extraviada no encontraba el mar, se llenó de azules y verdes, los músculos entumecidos y vagos recuperaron la elasticidad al agacharse y volverse a agachar, la ropa seria e impoluta se llenó de alegres manchas de oscuro chocolate y rojo piruleta, las visitas a los vecinos, hasta el momento marginados, se multiplicaron, y conocimos al gatito marrón (que era gris), al perro grannnnnnde y a las gaviotas que se comían las galletas y alguna que otra paloma. Dejó de sonar Puccini, y el aire se lleno de Brujitos de Gulugús, Epis y Blases y el Don

Cuentos de andar por casa: El bosque animalado

Imagen
El Bosque Animalado. A las cinco de la mañana, El Bosque abre sus puertas. Nadie sale y sin embargo, un ganado de variopintos seres motorizados espera impaciente para entrar. Dentro, las acacias se desperezan alargando sus ramas paralelas a la tierra roja. Las cebras recogen sus paletas escurriendo y limpiando los pinceles del blanco y negro que quedó después de su aseo diario. En un claro, al descubierto las gacelas arriesgan hoy, igual que ayer, su vida ante el imprevisto e inevitable ataque mortal del depredador de turno. Simba vestido de lentejuelas doradas que caen en chorro por ambos lados de su cuello, despierta con cariñosos bocados a los cachorros que seguro hoy, aprenden una cosa más. El bosque, después de las grandes lluvias rebosa de agua cristalina que dibuja con nitidez el cuerpo de los hipopótamos sumergidos en sus poco profundas orillas. Todo está preparado para la Gran Fiesta, la de cada día. Los primeros Toyota hacen su entrada siguiendo los indicadores de u

Cuentos de andar por casa: La otra manita

Imagen
La otra manita. La otra, solo lo es... a veces. Como la vida misma, una y otra, otra y una lo son, depende con el cristal con el que las miras: «Palmas palmitas, higos y castañitas». La una me da el tiempo, la otra me lo mide, son las 2:00 en la cara de la muñeca, son las 2:00 en el dorso de mis gemelos: « Almendras y turrón, ¡que rica la colección!» La otra, me avisa, me informa y se ausenta entre las sábanas, la una la destapa, la señala y le numera: «Este fue a por leña, este la cortó, este fue a por huevos y este los frio». A la otra le falta uno, la una lo busca y no lo encuentra... A ver, ¿en el palmar...? no puede haberse perdido, ¡no es Navidad!   Ya recuerdo: «Se fue al teatro, y no me quedan más que cuatro». Se abrazan, se funden, se engranan. Al frente los más vulgares, en la cola los benjamines, al medio el que palpita más alto: «Veo, veo, ¿Qué ves? una cosita, sonrosadita». Con una me despido, ahora queda un poco más lejos; con la otra oteo el horizonte

Cuentos de andar por casa: Testamento en diez legados.

Imagen
Testamento en diez legados. Dijo que se llamaba Tomás, pero qué importa, cualquiera en sus circunstancias habría mentido. Su pobreza, sí que era real. Mal vestía con harapos sucios que en su día fueron un traje a medida; su edad, indefinida, era la de un viejo que peinaba canas en una casposa y enredada melena blanca. Jamás fue prudente y ahora el frío y la calle, amenazaban con quitarle la vida una madrugada cualquiera.   Absorto, escribía con lápiz corto en las partes no impresas de un diario de izquierdas: —Por si acaso y para que no hayan dudas ni disputas, dejo mis pertenencias a: —El carro de la compra que cogí prestado del súper y que desde hace tiempo es a la vez mi armario y despensa se lo dejo a D. Juan Roig, dueño de Mercadona… al rey, lo que es del rey. —A Pilarín, la rubia de bote de la peluquería de enfrente, le dejo esta mata de pelo rebelde que una vez fue rubio de verdad, ella ya sabrá como teñirlo. —Estos 2’25 euros que guardo, son para el director

Cuentos de andar por casa: ¡Felizmente, José!

Imagen
¡Felizmente, José! «Valencia, uno de noviembre de 2014. Querido José: Hace muchos años que no sé de ti… ¡Me casé! Espero que al recibo de ésta te encuentres bien, yo estoy en la gloria. Te cuento... Tengo nueve hijos y estoy esperando otro para mayo. María José es la mayor, se casó el pasado año, la veo poco, casi lo mismo que cuando estaba soltera, siempre ha sido "culo de mal asiento". Rubén es el segundo, tiene veintidós, todo un carácter como su padre y, como su padre, se toma todos los privilegios. Marta es la siguiente, vive con un poeta melenudo desde hace años, dice que no traerá a este asqueroso mundo ningún hijo; espero que no se lo tome en serio, aunque yo creo que es ese Bécquer de pacotilla el que no vale. Julia y Pilar llegaron a la vez, gemelas para todo, el mismo estilo, las mismas ambiciones, los mismos errores y el doble de disgustos. Elías va a continuación, se cree único porque ha escrito un libro, como si no supiera que para mí, to

Cuentos de andar por casa: Bichos de vida

Imagen
Los bichos Los bichos trasiegan perdidos en su corral encerrados esperando el pistoletazo de salida, se mueven sin orden, inquietos e intuyendo, desesperados, el momento en el que se inicie la carrera a la gloria.  Ajenos al roce de cuerpos que se está consumando en el exterior y expectantes ante una primera y única experiencia. Corredores de fondo, entrenados para la alta competición  se preparan para un destino extremo. De irremediable muerte o vida para la vida.  Un maratón, con más de doscientos millones de participantes y medalla sólo para el vencedor, cuya soledad compartida le aísla del resto con el único sueño de la supervivencia. Suena el chupinazo, la cabeza y la cola, diseñadas ambas tanto para la velocidad como para la resistencia, escupen toda su energía biológica en un primer salto hacia las posiciones más ventajosas en un circuito lleno de trampas.  El recorrido es corto: menos de 20 centímetros. Muchos comienzan a quedarse rezagados, otros dan vueltas y

Cuentos de andar por casa: Queridos hijos.

Imagen
Queridos hijos: Por fin me decido a escribiros.  Hasta ahora los ánimos no me han acompañado y mi cabeza ha estado perdida, intentando, sin conseguirlo, una explicación que ordenase mis ideas y una explicación que justificase mi comportamiento. Sé que mi estancia aquí no va a ser prolongada, pero un solo día entre estos muros es una prueba demasiado dura para no abandonar en el intento. A las 10:00 de cada mañana abren las puertas del patio, es el único momento en el que mi ansiedad se disipa y me alío con los colores del cielo abierto. Busco el movimiento de las nubes hasta que desaparecen en el horizonte, saltando libres, las paredes de grueso hormigón, que por el lado opuesto, —el que no veo— tienen el color de la libertad. Aquí, en este solar descubierto, la fiel espera se consume entre impaciencias y la soledad se disipa entre esta multitud que es más soledad todavía. Cuando cae la noche y con ella el silencio, todo queda a punto para el arrepentimiento, pero u

Cuentos de andar por casa: Belleza adulta

Imagen
Belleza adulta Cuando la pasión regresa es fácil reconocerla. Es algo más que un sentimiento al que ponerle cara. Algo más que una afirmación que reubicar o que un premio que toca a destiempo. Es la razón que en el orden establecido nos obliga a navegar en la tempestad cuando la gris y densa calma es la dueña de nuestro sin vivir. Esa pasión, que se parece en forma y color a aquella que creció por primera vez, y que sembró de exaltaciones nuestra juventud. Hoy, irrumpe ferozmente, con prisa… la misma de entonces, y se acomoda a empujones, rompiendo las resistencias formales de la que sin duda es la última etapa de nuestra vida. Esta belleza madura, saturada en su día por diversas razones, declara abiertamente la guerra y despierta, porque una vez se durmió, y resucita, porque una vez murió. Y como un estremecimiento, siembra vértigos e ilusiones. Ya no miramos hacia atrás, hemos encontrado la pasión perdida y nos sentimos los reyes del mundo. De nuevo esa virgin

Cuentos de andar por casa: La boda

Imagen
La boda Aurora se preguntaba cómo había llegado hasta ese punto. Una situación para la que no había una explicación lógica. Todo parecía normal, pero la realidad sería muy distinta y detrás de aquel regalo envenenado envuelto en papel de celofán le llovieron las dudas. «¿Es acaso la obstinación una imposición?» «¿Lo es la ceguera, la ambición, los intereses, el patrimonio…?» Siguió preguntándose en voz baja. Cerró los ojos, e intentó justificarse a sí misma. Ambos podrían jugar un buen partido, sólo había que programar, ordenar y poner en marcha los medios que justificaran el fin. Las palabras jugaban a disfrazar los significados: Cuando decías futuro, estabas diciendo presente. Cuando decías compañero, estabas diciendo vínculo. Cuando decías tener o dar, estabas diciendo intercambio. Cuando decías amor, estabas diciendo querer. Le atrajo la película en la que se representaban sus brillantes protagonistas, un guion adaptado en el que la primera escena les deslumbraría para

Cuentos de andar por casa: La cita

Imagen
      Ordenó la dirección al taxista.       Horas de ansiedad contenida, un deseo largamente anhelado a tan solo una carrera de taxi.       —¡Avd. De la Libertad, esquina Constitución!       —¿Hotel Meridional?       —¡Sí! –contestó ausente, John.          Ella lo tenía a dos paradas de bus, pero prefirió andar. Eso era lo que quería hacer, al menos lo iba a intentar. El paseo junto al Mediterráneo distraería su conciencia.     Acordaron coincidir en el hall a una hora determinada, pero en el supuesto –más que probable– de que uno de los dos llegase con antelación, este, formalizaría la reserva y esperaría en el bar. Mary llegó antes, sin embargo, nada más reservar, prefirió subir a la habitación para ordenar sus cabellos y reforzar el rojo carmín de sus labios; darse una última mirada en el espejo y buscar rápidamente el ascensor de bajada.  En la luna del camarín se vio perfecta, gesticuló gustándose. Acarició, llevando al sitio, los rizos de su media melena, negr

Cuentos de andar por casa: La profecía

Imagen
La profecía Primero fue un grito, después unos golpes, luego la oscuridad seguida del silencio. Entre medias, el dolor ocre en el alma. La sangre pintando de rojo la indefensión. La herida morada de una ilusión rota. El caos grisáceo de un cuerpo irreconocible. La negra confirmación de un final anunciado. El último soplo de una paleta que había empezado a llenarse de color. Aquel día, a la puerta de la Alhambra, la gitana, leyéndole la mano, le profetizó: «Tus sueños de hoy, paya, con este payo, serán tu pesadilla de mañana» . Foto: Sahun Torrance

Cuentos de andar por casa: Supersticiones

Imagen
Supersticiones A San Perdido de la Torre se llega a través de carreteras secundarias. Quedan atrás aldeas, ermitas y ruinas de un casi desaparecido castillo medieval del siglo XIII. El pueblo te recibe con un paseo atiborrado de cipreses —trescientos trece—. Una sola calle, la Mayor y después nada. Sus pocos habitantes, ciento trece, son supersticiosos de las supersticiones, obstinados creyentes de la mala suerte y confiados inocentes de buscar la adversidad. Cuando se produce un nuevo alumbramiento, el más anciano se muere a propósito: el censo no se puede alterar.  Trece gatos negros son los que hay, cuyas hembras, por alguna ancestral bendición, paren trece gatitos negros.  Las damas pintan de rojo sangre sus labios frente a cristales rotos en trece pedazos. Trece segundos, no doce ni catorce...: ¡TRECE! se utilizan para cruzar la plaza, subir a la torre o llenar los cubos en cualquiera de las trece fuentes que desparraman sus cristalinas aguas en el pueblo. Tre

Cuentos de andar por casa: Moisés

Imagen
Moisés Imaginar, moldear y acariciar al tiempo que se crea lo desconocido.  Sentir que las manos húmedas toman el barro y perfilan el volumen del deseo.  Modelar sin pausa, extasiado, en un caos de conexión emocional con el elemento natural y lanzar las manos a la aventura de la creación. Los dedos calibran el fondo y se hunden en la superficie inmediata; o hábiles, repican cincelando pliegues, arrugas y arterias, que vivas se adueñan del espacio y del tiempo. Las manos no destruyen, sólo transforman. Indistintamente de la magnitud de la obra y una vez terminada, el artista, convulso, enloquecido por tanta belleza y desatando una cólera contenida, le golpea en la rodilla exigiéndole que hable…  «¿Por qué no me hablas?». Y ante el silencio de la piedra, Miguel Ángel, cae vencido a sus fríos pies. Foto: Alfredo Cot

Cuentos de andar por casa: Oliendo a café

Imagen
Oliendo a café Vivo en un octavo. Cada día, el ascensor acude a mi planta con la precisión de un tren de alta velocidad. Las puertas de acero se abren invitándome a entrar a la primera sensación del día: un penetrante aroma a café recién hecho. Se cierran las puertas y comienza la aventura de cada mañana, oler planta por planta intentando adivinar en cuál de ellas es más fuerte el olor a café, y así identificar su origen, ponerle cara a esas manos que tan sabiamente han mezclado, molido y filtrado, hasta conseguir ese cremoso exprés de tan exquisito aroma y sabor.  El descenso es corto, no llega a un par de minutos y la carrera de olfatear se concentra al paso de los diferentes pisos.  Podría ser Carmen la del séptimo, se levanta temprano y a estas horas lleva a sus hijos al colegio; seguro que vuelve para apurar el resto de su cafetera. Manuel el del sexto trabaja en casa, es informático, pero no me lo imagino trajinando en la cocina, es más de bajar a la cafetería de

Cuentos de andar por casa: El soldado Martínez

Imagen
Conocí al soldado Martínez en la primera fase de la instrucción. De los primeros en llegar. Puntual. Confundido, ajeno a aquella experiencia que le había arrancado de su pueblo por primera vez. Saludó con un tímido movimiento de cabeza que correspondí sin demasiada trascendencia y me dije: «Dios mío, a este le falta poco para cagarse en los pantalones». De mediana estatura, fibroso, tostado de brazos y cuello por el sol del mediodía, debió de intuir en mi gesto algo más que un saludo cortés e, instintivamente, se refugió en mi entorno espacial reclamando desde el fondo de sus ojos azules un pacto clandestino de ayuda y protección. En esos momentos, el soldado Martínez no era dueño de nada y sin embargo dejaba traslucir una ternura de gran intensidad. Su falta de experiencia la compensaba con la belleza y obviedad del hombre que ha aprendido a vivir con el trigo, las viñas y los animales. Era así, sin proponérselo, pero yo sentí la necesidad de descubrirlo y apadrinar esa indef

Cuentos de andar por casa: ¡Bragas a cuatro euros!

Imagen
¡Bragas a cuatro euros! La curva, después de pasar la Gasolinera, siempre le sorprendía; no se acostumbraba a reducir la velocidad, la visibilidad era buena, sin embargo el peralte, por una extraña razón inclinaba el asfalto en contra de los confiados automovilistas. No le gustaba conducir, pero ahora no tenía elección; solía hacerlo de madrugada, acompañada pero más sola que nunca. Además tenía que recordar cúal era el destino en ese sábado de diciembre. Cada día un mercado diferente, en un pueblo diferente, pero el mismo tipo de gente de siempre. Cristina era bonaerense, vino a Valencia de joven y enamoró a Pepe, el batería de un grupo de Rock llamado Los Escorpiones. Estos viajes al mercado no tenían nada que ver con aquellos de los conciertos por la Comunidad Valenciana. Después de un largo pero cómodo viaje hasta el pueblo de turno descansaba en primera fila o en una mesa cerca del escenario tomando alguna copa, mientras su amor aporreaba las baquetas sobre la tersa

Cuentos de andar por casa: Una historia de Internet

Imagen
Una historia de Internet Mi nombre es HP, mi apellido Windows; de lo que podéis deducir que pertenezco a una familia y a un momento donde la ficción y la realidad se confunden. Tengo un cuerpo equilibrado, altura y peso estables, mientras que mis pulsaciones y tensión son más cambiantes, mi cabeza es ancha y plana y tiene matices y opciones de color e intensidad, en general, diría que este cuerpo que la técnica me dio es proporcionado y justo. Funciono mediante los impulsos que generan en mi pecho las caricias de las prestadas manos de un ser raro y complejo, sin embargo y a pesar de esos contrastes, me he acostumbrado a su presencia y con el tiempo he llegado a la conclusión de que él me necesita más a mí, que yo a él. Este extraño ser, tiene un comportamiento curioso: se emociona, ríe, llora, gime, grita, patalea, susurra, canta y todo ello, solo, delante de mis virtuales narices. Os cuento que una vez lo vi alegrarse hasta la locura cuando le abrí un mensaje que d

Cuentos de andar por casa: Amigalario

Imagen
Jardiel Poncela, en un divertimento literario, se recreó sobre el papel de los tipos que nos encontramos a lo largo de nuestra vida y que de una u otra forma tienen o pretender tener cierto ascendiente sobre nuestra existencia. Con un término que bautizamos como Amigalario , Poncela lo inició con la definición del «Amigo Póliza» que por graciosa, ocurrente y real me ha llevado a hurgar en la hemeroteca articularia hasta encontrar alguna que otra perla digna de comentar: Amigo Brújula: Es el amigo del que más nos fiamos, con inexplicable ceguera leemos el libro que nos recomienda, la película que nos aconseja o las rebajas a las que debemos acudir, sin darnos cuenta que siempre es nuestra pereza y no su inteligencia la que nos hace decidir. Amigo Visa: Es impensable salir a la calle sin este amigo, es el acompañante inevitable, mudo, no dice nada, solo está por si acaso, pero que nunca te lo dejas en casa porque si no ligas ya sabes a quien echarle inconscientemente la culpa