Cuentos de andar por casa: Pavarotti o el trágico final de un seductor.
¡Adiós, amigo!
Pavarotti
aleteó escapando por la ventana abierta de par en par al reclamo de su amada
Callas. Él, loro, papagayo, perico y ella, cacatúa, cotorra, periquita. Ambos,
gregarios y monógamos, aunque enamoradizos repetían e imitaban incansablemente
las melodías que, el uno a la otra y la otra al uno se intercambiaban por el patio
de luces.
A esa hora, cada día, Pavarotti solía visitar a Callas, la lora
del quinto, y le recitaba de memoria el primer verso de «Poesía eres tú» de
Bécquer. Seductor como buen loro. Coqueto como buen loro. Parlanchín como buen
loro y soberbio como buen macho regresaba horas más tarde con alguna pluma de la
lorita en su curvado pico. Prueba fehaciente de su conquista y trofeo
silencioso que sólo podía compartir consigo mismo.
Un día, al salir, una ráfaga traicionera cerró de golpe la
ventana. En su vuelo ascendente se debatía entre el dilema de si esa deseada e
inevitable visita tres pisos más arriba tenía que ver con una determinación
irreversible o, simplemente, con un golpe de efecto grotescamente teatral.
Al regresar de su aventura donjuanesca,
obnubilado, despistado, ebrio de placer y ciego de nacimiento no cayó en la
cuenta de que el viento le había cerrado las hojas de la ventana a las que fue
a dar de picobruces ante el acorazado
y transparente vidrio. Tan sólo le dio tiempo a replegar alas y con la cabeza
poblada de estrellas que giraban como satélites cayó, aturdido y avergonzado, por
el resto de los pisos hasta el duro y asesino suelo donde se sentenció su
despedida definitiva. Solo le quedó un halo para lamentar: «¡Adiós hermosa
Callas! Mi orgullo desairado y vilipendiado y yo, herido de muerte, en este
grotesco y desolador patio de luces».
Así fue como mi loro o papagayo o perico perdió la vida y la
dignidad en las rasillas esmaltados de un oscuro y sucio deslunado.
Sabes, me has recordado a mi canario , el se llamaba pavaroti por lo bien que cantaba , cuando se marcho al lugar de los sueños , lo pase realmente mal , aunque son mascotas que no te dan quizás ese calor estaba convencida que el me conocía cada vez que entraba por la puerta era bello oírle cantar.. Muy lindo tu texto de Pavaroti y seductor ,aunque triste final.
ResponderEliminarAbrazos Alfredo.
¡Pobre Pavarotti!
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