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Cuento de Navidad

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               24 de diciembre. En el Centro Comercial busco la sec­ción de música, suena mi móvil… un cliente: —Necesito el proyecto… ¡Mañana! Alterado llego al mostrador de ópera, no recuerdo…, ¡ah, sí! La Traviata de Salzburg. —Lo siento, pero acabo de vender la última. En la calle, tropiezo con un indigente: —Dame para un café. En mi bolsillo, reco­nozco una moneda de 2 euros, no quiero, delante de él, sacarlas todas y elegir la de menor valor. Suena el móvil, es el banco: —¡Tienes la cuenta «en rojo»! Intento re­lajarme. De nuevo el móvil. —Ha llamado la imprenta, las fotos no sirven. Sigo sin regalos. Paciencia. En la puerta de la librería, una gitana insiste en leerme el futuro: —Por «unas moneas» te leo la mano. El libro no ha llegado. —Don Tomás, esta mañana necesito ausentarme; el carpintero quiere cobrar; su mujer, que no olvide lo de la tintorería; Ramírez no ha hecho la transferencia. Desesper...

Catatonia robótica

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«Tranquilo, tengo en mis manos tus sueños de esta noche y te aseguro que son inspiradores y reconfortantes. ¡Por fin algo me distancia de la muerte! Te cuento...» Había nacido para no ser nadie ni nada. Las diferentes etiquetas con las que el tiempo iba a ilustrar mi cuerpo dejaban bien clara mi identidad: Androide, robot, asesino, autómata, muñeco, extraterrestre, cósmico, ángel, demonio... Todas ellas se superponían unas a otras como las capas de una cebolla, y todas, y cada una, me mentían como imágenes deformadas en un espejo convexo —o cóncavo que, para los efectos, es lo mismo—. Con el tiempo —tiempo, que no medía ni sentía— y, como proyecto 4.0 por rastrojo, fui portador de los más variados menesteres. Olía a aceite, a circuito, a memoria, a quemado, a ausencia, a oscuro, olía a rancio el día que, sin saber lo que era, perdí la fe, también la esperanza. Compartí anaquel con otros de igual ruido, color, tamaño y abandono. En horizontal, descansando sobre la mesa de acero inoxid...
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Voces y voceros. Abrieron la boca y gritaron, y su grito movilizó. Abrieron la boca y sentenciaron, y su sentencia se perpetuó. Abrieron la boca y escupieron, y su descaro escandalizó. Abrieron la boca y regalaron, y su desenfado se convirtió en carcajada.  “Por orden del señor alcalde se hace saber... que el Ayuntamiento ha decidido conceder derechos a los animales...” (Pregonero de Torrecilla del Rebollar, Teruel)   “Si los españoles habláramos sólo y exclusivamente de lo que sabemos, se produciría un gran silencio que nos permitiría pensar” (Manuel Azaña)   “La parte contratante de la primera parte será considerada como la parte contratante de la primera parte...” (Groucho Marx. Una noche en la ópera )   "La desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas." (Karl Marx. El Capital )   “The answer, my friend, is blowin' in the wind. The answer is blowin' in the wind” (Bob Dyla...

A propósito de «Peinar el viento» por Alicia García-Herrera

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  Peinar el viento por Alicia García-Herrera Peinar el viento es la metáfora del recorrido de Silvia hacia Ander. Una tarea tan difícil como tejer una camisa de batista sin costuras ni trabajo de agujas. Aquella petición que el amante hace a su amada en la famosa canción de Simon & Garfunkel,  Scarborough Fair .  La historia comienza con la visita de la protagonista a San Sebastián. El devenir de los hechos la obliga a ayudar a su abuelo con asuntos ligados a su testamento. Silvia no es consciente de que su regreso desencadenará la tragedia de los suyos y también la propia, ni tampoco sospechará que, a partir de ese momento, en ella el dolor se verá obligado a convivir con la pasión. Las esculturas de Chillida se convierten en la imagen del alma de Silvia, el hierro incrustado en la roca como la lanza en la carne. El mar, confidente y amigo, es en la obra de Alfredo un personaje más y la invita a tomar elecciones que desafían algunas de nuestras creencias acerca de...

A propósito de Peinar el viento, por Antonio Andújar

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  A propósito de «Peinar el viento», por Antonio Andújar Castro  Sinopsis: El escultor Eduardo Chillida hizo que el viento, en San Sebastián, entrara a la costa peinado con agujas de acero. En esta novela de Alfredo Cot González, Silvia peina el viento para doña Teresa, para su abuelo Koldo y para su prometido Ander. Lo que parece una insondable labor acaba por envolvernos en una historia cautivadora. Narrativa contemporánea llena de verdad y vida.   Opinión personal: Como podía vaticinarse, el escritor valenciano Alfredo Cot vuelve a sorprenderme, en esta ocasión, con su sexta novela. Ya lo hizo con las anteriores, adentrándonos en aquellos maravillosos relatos con nombres de flor o las fantásticas historias desprendidas del interior de un mítico mercado de ciudad, pasando por bulevares vivos e infinitos, durante decenas de días otoñales. Y digo que me sorprende porque ninguna tiene que ver con la anterior, y esto ha ocurrido con Peinar el viento . La novela ...

A propósito de... «Peinar el viento» por Andrés Amat Gomar

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  A propósito de «Peinar el viento». Terminada la lectura de "Peinar el viento". Aprobado, casi notable (no te digo notable, casi notable alto, para que sigas recordando que eres mortal). En el comentario anterior ya te hablé de la mejora encontrada respecto a las preguntas ¿quién, cuándo y dónde? Faltaba el veredicto, digamos mejor el dictamen, pues lo de veredicto suena demasiado a sentencia judicial, sobre ¿por qué? Te refresco la memoria, a este respecto, con lo dicho en mi análisis de las galeradas: "En cuanto a de qué va la novela, me ha dejado con la impresión de que ni mar ni montaña, ni carne ni pescado. ¿Género negro? No. Según las reglas del género, el muerto o los muertos, eso dicen (tampoco hay que tomarlo al pie de la letra), han de ir al principio, y aquí aparecen a media novela. ¿Novela de relaciones sentimentales, en la línea de Cien días de otoño? Por ahí, por ahí, pero no del todo. No sé, veo un batiburrillo donde no queda del todo claro de qué se pret...

Dylan

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               Dylan Empiezas a andar. No te puedes perder. Conoces esta parte de la ciudad como la palma de tu mano. Naciste por aquí cerca y podrías contar cosas que ya no ves o que ya no existen. Estás en la puerta de la Biblioteca Municipal, para ti, el Hospital de los Pobres Inocentes. Andas sin prisas, sin intención, sin objetivo y pasas por el lugar donde estuvo su entrada principal, sin embargo no es ese detalle el que te viene a la cabeza; lo que recuerdas es un pequeño torno con una puerta basculante en la que abandonaban a los recién nacidos —aquellos «Expósitos» de entonces—. Pero, creo que no se trata de que veas lo que no hay sino de que imagines lo que hay. Sabes lo que vas a encontrar al doblar la esquina. Echas a andar con una mano en el bolsillo y la otra en el bastón. Avanzas y te detienes a cada paso intentando tantear ese paisaje al que tan acostumbrado estás. Esos locales que intuyes abiertos mostrando una actividad en...

Este jueves, relato: Improvisación

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  Improvisación Sigo al pie de la letra la sugerencia de Mónica de entrecerrar los ojos frente al teclado. Suspiro profundamente y me vacío ante la pantalla todavía virgen de mi portátil. Espero que la improvisación, las musas, los recuerdos o el poco oficio me precipiten a un cuento que merezca la pena. Mientras, pienso si 350 palabras serán suficientes. ¡Depende, depende! ¿Quién cantaba eso? ¡Ah! sí, Jarabe de Palo, aunque dudo si realmente alguna vez existió el jarabe ese. Qué palo comprobar a cierta edad que se trataba tan solo de un análogo, porque el jarabe, jarabe, sí que existió; lo recuerdo con variedad de sabores, limón, menta, frambuesa. Pero el de palo era otra cosa. A propósito de palos, dicen que la letra con sangre entra, pero la realidad es que no era con sangre, sino con palos, como el del palomar pero sin palomos. Un amigo mío tenía uno, (palomar, digo) y a sus palomos les pintaba las alas con colores para identificarlos en pleno vuelo. Nunca vi nada interes...

A propósito de «La Jaula» de María Codoñer Prieto

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  A propósito de «La Jaula». María Codoñer Título: La Jaula Autora: María Codoñer Prieto Primera edición: abril 2021 Ilustración de portada: Laura Codoñer Prieto Editorial Indie Biografía: María Codoñer es licenciada en Historia por la Universidad de València. Actualmente trabaja de auxiliar de enfermería. Su primera novela El mundo que nos queda se publicó en 2012. Colabora en diversas antologías de relatos: Llibret Recorreguts en 2015, Grafomanías en 2017, Te cuento y 101 crímenes de València en 2019, Relatos líquidos en 2020 y Habitaciones de paso en 2021. La Jaula es el inicio de una serie de novelas que denomina De lo oscuro . Reseña: Dicen los gitanos que no quieren a sus hijos con buenos principios. María Codoñer no es gitana —creo—, pero tiene lo mejor de unos y otros y en consecuencia es fiel a las costumbres —esas que sientan cátedra—. Así pues, la primera letra de La Jaula: «Rodriguín» resulta peliaguda en su pronunciación: ¿ «Rodigrín»? ¿«Rodiguín»? ¡«Rodriguín»...

COT_idianeidades. Mudo

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          Mudo Mudo, sordo, ciego, extinto me siento cuando las palabras no fluyen. Cuando las oraciones montan del revés. Nada soy sin voz, nada sin letras, nada sin orden. Desterrada mi prosa y exiliadas mis rimas en un silencio trabado, obligado. Es entonces cuando el corazón de los sonidos deja de latir y duerme. Después, en plena agonía, un grito contenido trepa por la sombra de la ignorancia y un libre mutismo nace del silencio cautivo. Me oigo, vocalizo y mi lenguaje alumbra destellos callados que nacen fraseando siseos entre dientes. Es el silencio que decide por sí mismo seguir siendo silencio… ¡Vaya mierda de vino que me han servido!    

¡Brujas!

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  Brujas Queridas Jane, Sukie y Alexandra: Mucho me alegraré de que al recibo de esta os encontréis bien, yo por aquí bien   G. A. S. (Gracias A Satán) Esta carta es una humilde, pero necesaria petición de ayuda. Las cosas por esta vieja Europa no van bien... la pandemia, ya sabéis. La prima de riesgo ha devaluado ungüentos y pócimas y todo a perdido eficacia para nuestros conjuros. El otro día, sin ir más lejos, receté una mezcla de belladona, mandrágora y ala de mariposa para garantizar el nacimiento de la niña que completaría una “parejita”. La futura mamá me ha denunciado porque tiene quintillizos. La cicuta y los tóxicos están por las nubes, y ya no se puede envenenar a nadie como es debido. El broncista que me hacía los calderos de cobre ha cerrado y con la Tupperware ,   como podéis suponer, no es lo mismo. Los filtros amorosos escasean, bueno... los filtros propiamente dichos no, porque siempre nos quedan los calcetines. ¿Y el amor? ¡Ay el amor! Si ...

Este jueves, relato: La

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  Entre estas cuatro Paredes. Un día, de repente, me di cuenta de que estaba sola; sola y quieta como una roca. Mi espacio vital se limitó a cuatro paredes. Caminaba por el pasillo de mi casa creyendo que ese era el único viaje en el que me sentía acompañada. Buscaba en cada rincón, en cada esquina, en cada ventana la compañía perdida; una minúscula alegría que llevarme al pecho en ese oscuro confinamiento. Miraba, tras detenerme unos segundos, los cuadros colgados en la pared. Cada uno de ellos me llevaba a un lugar y un tiempo diferente, pero todos, a la vez, a la misma persona… a él, a Ramón. El primero, el que está frente a la puerta de entrada, un bodegón con unas piezas de fruta desparramadas por la mesa sobre un mantel arrugado (este nos lo regaló el pintor el día de nuestra boda). El segundo, frente a la puerta del baño (un grabado que compramos en un viaje a Lucca). La acuarela del dormitorio, mi desnudo, sin firmar (regalo de Ramón un Día de san Valentín). Hoy, en ple...

Este jueves, relato: De Pícnic

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  De pícnic No ha sido un buen año. Largo e inquietante, incómodo y austero, triste y nostálgico. Menos mal que a última hora —un año después— han llegado los levantamientos de restricciones y, de pronto, la euforia alimenta los proyectos; la vacuna las decisiones, la prisa se adueña de nuestro tiempo y lugar. Un año después retorna —o lo parece— todo a su sitio. Las caras agrias y lechosas se vuelven dulces y sonrosadas. La mirada, que extraviada no encontraba el mar, se llena de azules y verdes. Los músculos, entumecidos y vagos, recuperan la elasticidad al agacharse y volverse a agachar: la ropa, seria, impoluta y arrugada —cuando no, el pijama—, hace cola en la tabla de la plancha; las visitas a los vecinos, hasta el momento distantes, se multiplican. Ha llegado la hora del Pícnic Lo tengo todo preparado: la mochila con un par de libros, la nevera portátil con los sándwiches de jamón y queso y un par de cervezas, la mantita por si refresca y el spray para las hormigas. Es...

COT_idianeidades: Sonsonete irreverente

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  Sonsonete irreverente. No me despido.  Sigo aquí… a veinte palmos del suelo. Os miro, os veo, os siento… ¡a todos!: Familia, amigos y enemigos —que alguno hay— y lloro de felicidad, si es que un alma en pena puede llorar de algo o por algo. Dijo Lavoisier: “ La materia  ni  se  crea ni  se destruye ,  sólo se transforma ”. Siempre me he preguntado si, llegado el momento, tendría la oportunidad de elegir y si es así quiero ser música, y más aún, canción, y más todavía, un dueto, y más si cabe «Vogliatemi bene».  Pero mientras muero, tanto me vale Puccini, como mi otro músico de cabecera, «el Llach» :  «Ara sols queda la música, Eudald ah, si no fos per la música, Eudald que ens obre empare a tantes ànsies que omplen d'angoixa el cor». (*) Así que, alargo mi presencia unos minutos más en este valle de lágrimas y con las mías os dejo. (*) «Mira cómo suena la música, Eudald, aún nos queda la música, Eudald, para que nos conmueva, par...

Este jueves, relato: La vejez

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  —Buenos días, José. Soy su médica, la doctora Pitarch. ¿Me recuerda? ¿Cómo está hoy? —Muy bien. ¿Cómo voy a estar? ¿Y qué quiere de mí, doctora? —Solo saber cómo está, si se toma la medicación. Es importante que la tome; pueden retrasar la progresión de algunos de los síntomas de grado moderado a severo de la enfermedad. ¿Va al baño usted solo? —Sí, si es por el día, por la noche me acompaña Natalia. —¿Reconoce a esta persona de la foto? —le preguntó enseñándole una imagen de su hija. —Sí —respondió—, es mi madre. —¿Y esta otra? —volvió a enseñarle, en esta ocasión, una de su madre. —No, no sé quién es. Me suena, pero no. Me quiero ir a casa —suplicó. —Bien —asumió la doctora—. ¿Tiene mareos, náuseas o vómitos? —No, a veces me duele la cabeza. —¿José, me deja que le coja la mano?          —La mano... ¿para qué? —miró a su hija pidiendo aprobación. —Quiero que me sienta cerca. Que confíe en mí —José afirmó con cierto ...

COT_ideaneidades: De puente pandémico

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  En en rellano de casa. «A ver... ¿lo llevo todo? L a crema solar con protección 9...  el bañador de lunares amarillos,  las chanclas a juego,  las gafas de sol (graduadas, claro),  el último de Elvira Lindo,  mi nieto (y sospecho, que también sus padres),  pastillas para los mosquitos.  pastillas para la tensión,  el MP4 con los Grandes Éxitos de Antonio Molina,  la sombrilla de Coca Cola,  el pijama a rayas para la siesta,  el balón de NIVEA (para ligar en la piscina),  mi mujer... ¡por Dios, que no se me olvide mi mujer!,  el portátil... ¡Vale, vale... el portátil no!» En fin, que no es un adiós, tan sólo un hasta luego. Sacudo el pañuelo blanco tamaño folio para que resulte más cómodo el movimiento y dejando flotar la sonrisa cómplice por lo que todavía nos espera, dejo asomar media lágrima de afecto para todos aquellos sufridores en casa que siguen las restricciones de Sanidad.      Entramos al ...

Cot_idianeidades: París

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  París   París, bien vale una misa… aunque sea de difuntos. Miles de pájaros anidan sus árboles y el aire se llena de una música que aturde. A primera vista —más bien, a primer oído—, los cantos se mezclan fundiéndose en una cortina musical de difícil ubicación. Es cuestión de Fe y de concentración. El paseo por una de sus grandes avenidas es lento y trascendente. Gris y húmedo, en París casi siempre llueve; y esa llovizna tan parisina templa la emoción. Lo justo para escuchar el trino de un ruiseñor o a la golondrina, que de lejos cuchichea: Je vois la vie en rose. Il me dit des mots d'amour . A las avenidas le siguen estrechos y sinuosos caminos. Las tórtolas resabiadas permanecen en las alturas lejos de los ejércitos de orondos gatos que desean amarlas hasta la muerte. Entre sauces y limas, un cansino y psicodélico eco repite: This is the end beautiful friend. This is the end, my only friend, the end. El entorno es frondoso, natural, y un moho regado de rocío v...

COT_idianeidades: 2 òperas 2

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                     Días de confinamiento, de mini vacaciones forzadas o de maxi puentes intangibles, días de horas libres, de ocio descontrolado y disposición para recuperar actividades caseras y situaciones aparcadas en la que está siendo una época incómoda y excesivamente larga. Sin saber cómo, instintivamente, se extiende el brazo a la estantería donde reposa ese libro por terminar, ese capítulo por escribir, esa película por ver de nuevo o esa música que recordabas con cierta distancia, que habías olvidado y que siempre querías volver a escuchar. En esas estaba, cuando en el fondo de una hilera de DVDs reparo con sorpresa en dos óperas que creía perdidas o prestadas, que casi viene a ser lo mismo: La Traviata de Aix-en-Provence (2.003) y La Boheme de Sydney (1.990).    Tengo que reconocer que no son dos grabaciones de referencia, pero por tratarse de lo que se trata y recordando que su estética en su día me fue e...