Este jueves, relato: La
Entre estas cuatro Paredes.
Un día, de
repente, me di cuenta de que estaba sola; sola y quieta como una roca. Mi
espacio vital se limitó a cuatro paredes. Caminaba por el pasillo de mi casa
creyendo que ese era el único viaje en el que me sentía acompañada. Buscaba en
cada rincón, en cada esquina, en cada ventana la compañía perdida; una minúscula
alegría que llevarme al pecho en ese oscuro confinamiento. Miraba, tras
detenerme unos segundos, los cuadros colgados en la pared. Cada uno de ellos me
llevaba a un lugar y un tiempo diferente, pero todos, a la vez, a la misma
persona… a él, a Ramón. El primero, el que está frente a la puerta de entrada,
un bodegón con unas piezas de fruta desparramadas por la mesa sobre un mantel
arrugado (este nos lo regaló el pintor el día de nuestra boda). El segundo,
frente a la puerta del baño (un grabado que compramos en un viaje a Lucca). La
acuarela del dormitorio, mi desnudo, sin firmar (regalo de Ramón un Día de san
Valentín).
Hoy, en pleno
aislamiento y con su ausencia (fue de los primeros en caer, ¡maldito y
traicionero virus!) los pequeños detalles adquieren mayor importancia; los ves
con detenimiento y sin saber cómo, te dicen cosas, te recuerdan tu pasado.
Sobre todo te pellizcan el pecho infligiéndote un dolor vital de difícil
remedio.
La casa se me cae
encima. Todos los recuerdos, todas las ausencias, todas las presencias. Pero
no hay nada ni nadie más, y me da miedo a salir. Después de tanto tiempo y con
el enemigo fuera no voy a correr riesgos. Lo dejaré para más adelante. Ahora,
voy a seguir con el paseo por mi pinacoteca particular.
[A mi amigo
Ramón, que nos dejó sin decirnos adiós].
Más "Síndrome de la Cabaña" en NEOGÉMINIS
Imagen "Getty Images", El País.
Estupendo. Intenso y emotivo, tan real como lo que venimos palpando cada dia desde que nos sacude este maldito virus. Lamentable saber que una peste es lo que nos ha igualado a todos en este inmenso mundo. Aquí si que no valen las jerarquias. Un abrazo Alfredo. Muchas gracias por sumarte
ResponderEliminarLa vida seguirá... pero esta experiencia no nos abandonará nunca. Gracias por la convocatoria y por la visita. Besos.
EliminarSiento la perdida de tu amigo, y nos has dejado un relato de total realidad. Un fuerte abrazo
ResponderEliminarA veces, no hay que inventar nada. Solo tienes que abrir el corazón y ponerte a llorar. Gracias por la compañía. Besos
EliminarOstras... esa visión de quien se quedó encerrado en un hogar lleno de recuerdos tras una pérdida... Brutal la sensación.
ResponderEliminarBss
Más brutal todavía cuando el infortunio llama a tu puerta y, como te pilla aturdido y confinado, se cuela sin pedir permiso. Gracias por la visita. Abrazos.
EliminarUn relato con similitudes básicas, como el mio....Lo que demuestra que las ideas no son exclusividad de uno solo.
ResponderEliminarUn abrazo.
No, tienes razón. En estas circunstancias, el conflicto duerme en la puerta de casa (de la de todos).
EliminarEsta atacada por un dilema. sele cae la cas encima pero no quiere salir. pronto tendra que tomar una decision-
ResponderEliminarsaludos Alfredo
Y es una difícil solución: Elegir entre la pasividad o el riesgo. Siempre están las medias verdades y las medias mentiras. ¿Con cuál nos quedamos? Gracias por tu visita. Abrazos.
EliminarUn relato que lo he hecho mío en su primera parte, estudias los objetos que te acompañan y recuerdas sus historias. Lo he pasado bien haciendo eso, pero también cuando he podido salir a la calle.
ResponderEliminarBuen relato y muy real.
Te lo regalo, por si te sirve de algo. El siguiente lo haremos desde la calle que también es posible. Besos y gracias por la visita.
EliminarTremenda partida de Ramón, lo siento. Define muy bien esa soledad desesperada, de ausencias y silencios. Muy bien escrito.
ResponderEliminarUn abrazo
Sí, lo de mi amigo (como lo del amigo de cualquiera de nosotros) es cruel e inesperado. No nos lo merecemos, no se esta forma. Besos y gracias por tu visita.
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