Este jueves, relato: De Pícnic
De pícnic
No ha sido un buen año. Largo e inquietante, incómodo y austero, triste y nostálgico. Menos mal que a última hora —un año después— han llegado los levantamientos de restricciones y, de pronto, la euforia alimenta los proyectos; la vacuna las decisiones, la prisa se adueña de nuestro tiempo y lugar. Un año después retorna —o lo parece— todo a su sitio. Las caras agrias y lechosas se vuelven dulces y sonrosadas. La mirada, que extraviada no encontraba el mar, se llena de azules y verdes. Los músculos, entumecidos y vagos, recuperan la elasticidad al agacharse y volverse a agachar: la ropa, seria, impoluta y arrugada —cuando no, el pijama—, hace cola en la tabla de la plancha; las visitas a los vecinos, hasta el momento distantes, se multiplican.
Ha llegado la hora del Pícnic
Lo tengo todo preparado: la mochila
con un par de libros, la nevera portátil con los sándwiches de jamón y queso y
un par de cervezas, la mantita por si refresca y el spray para las hormigas.
Estamos casi a mitad de la primavera (o del otoño, en el otro hemisferio del
globo) y se presentan días adecuados para organizar un pícnic. Así que se me ha
ocurrido ir con mi cesta y el consabido mantel de cuadros a merendar.
¿Dónde iré? En la puerta de casa me lo pienso dos veces. ¿Es preciso salir a la calle?, después de tanto tiempo me da cierto yuyu. ¿Y si todavía…? ¿No será muy pronto…? ¿Con mascarilla…? Qué pereza, ¿no?
El síndrome de la caverna se acentúa y materializa en mi voluntad hasta el punto que todo se convierte en una tremenda duda —o se llama de otra forma—. En eso estoy cuando pienso en el corral, con sus pollos y gallinas, palomas y palomos, el perro y los gatos de la vecina, la fuente seca rodeada de unos pocos metros de grama y el cañizo que me protegerá del asesino sol. ¡Decidido! Me quedo en el corral.
Tomo posesión del espacio, mido con la mirada y veo a los pollos y gallinas huyendo en busca de un lugar seguro; las palomas y palomos, atónitos y molestos, refugiándose en el palomar y los gatos escapando por el muro lateral, golpeando el pitorro del botijo. Imagino mi hamaca entre la maceta de geranios y el botijo que, al fresco, cuelga de un alambre. Doy un paso atrás y extiendo el mantel a cuadros sobre la arcillosa tierra.
¡Por fin estoy de pícnic!
¿Quién es o qué es el protagonista, que hace que los personajes huyan? Y además está solo en ese picnic.
ResponderEliminarSaludos.
Este relato está narrado en primera persona y cuenta los efectos sicológicos que una pandemia como la que estamos viviendo deja rastros, miedos e indecisiones en nuestro comportamiento. Saludos, Demiurgo.
Eliminarajajjajaja, me tengo que reír porque visualizo a esos pollo huyendo y las palomas en su refugio nuclear ajjaa. El encierro hace estragos !! Un abrazo .
ResponderEliminarEs como «Rebelión en la granja», pero en el corral de nuestra casa. Besos. Gracias por la visita.
Eliminarjaja no sólo has ilustrado con lujo de detalles esto que nos pasa luego de tantas restricciones, sino que te adelantaste al tema que habia pensado lanzar la semana próxima que me toca conducir
ResponderEliminar=)
P.d
ahora quizás lo cambie, no sé!
=D
abrazos
Disculpa por la molestia. Espero con curiosidad tu propuesta. Los detalles son importantes. Besos.
Eliminar"Estamos casi a mitad de la primavera (o del otoño, en el otro hemisferio del globo) y se presentan días adecuados para organizar un pícnic. Así que se me ha ocurrido ir con mi cesta y el consabido mantel de cuadros a merendar."
ResponderEliminarMuy bien integradas mis líneas entre tu relato ;-)
Reconozco que hay cierto reparo a la hora de salir de casa, dadas las circunstancias; pero, mejor el corral antes que quedarse sin pícinic.
Gracias por participar.
Bss.
El cuento sale después de leer y releer tu propuesta. Todos los detalles están en nuestros miedos después de un confinamiento como el que hemos padecido (o disfrutado, depende). Gracias por la visita y convocatoria.
EliminarA mi me has dejado un poco así pensando... He tenido que leerme el texto dos veces porque primero pensé una cosa y luego otra.
ResponderEliminarYo soy como las gallinas, gatos y demás de ese relato, voy por la calle haciendo zigzag, como si la gente me diera alergia pero es que se pegan mucho :-9
Un beso enorme.
Gracias por tu atenta lectura. Me gusta sacar una sonrisa, también hacer pensar. Un abrazo muy fuerte.
EliminarQué bueno por favor!!!
ResponderEliminarOriginal a tope y no creas que muy separado de la realidad, creo que todos tenemos un poco del Síndrome de la Caverna, esperemos que no nos pase como a tu protagonista.
Besos
Es fácil de entender. Todavía lagrimeo por la situación y los detalles. Gracias por la visita. Besos
Eliminarjajaaja nos pasará. Tantas ganas, que luego dudaremos de todo al salir. Ese síndrome de la caverna dará que hablar.
ResponderEliminarBss
Gracias. De momento está dando que escribir y, creo, que mucho. Yo tengo una novela a punto de terminar. Abrazo grande.
EliminarHola Alfredo: Muy orgiinal tu relato y tremendamente actual. Hasta ahora no había oído ni leído, la paplabra o la definición del gato que le dá repelus salir fuera de su habitat, por miedo a cualquier cosa. Se niega. y vuelve a su rincón de siempre.
ResponderEliminar"síndrome de la caverna"
Tendremos que agradecer al virus todas las cosas que vamos aprendiendo. Un salaudo muy cordial!!
Al virus ¡ni agua! Gracias por tu visita y comentario. La pandemia nos deja un sabor agridulce que solo los que la hemos padecido en la proximidad somos capaces de entender. Besos.
EliminarLa pandemia... nos hace cambiar de costumbres y modos sociales. Ya los picnics tienen tambien un "nuevo normal"
ResponderEliminarTotalmente cierto. Una nueva normalidad con cicatrices irreversibles. Gracias por tu visita y comentario. Abrazo fuerte.
EliminarHombre pues bien pensado no es mala idea...lo malo es las que no tenemos corral. Muy original, besos.
ResponderEliminarGracias, Inma. Yo te dejo el mío (que dicho sea de paso es de ficción) los animalitos los puedes poner tú a gusto del narrador. Besos
EliminarNo sé si suceda que en realidad volvamos a la normalidad o siempre quedará esa sensación de miedo y distancia.
ResponderEliminarAbrazo
Esta es una experiencia que no olvidaremos nunca. Mis recuerdos son agridulces. Murió mi hermano y mi mejor amigo. Sin embargo, el confinamiento fueron los meses más productivos y felices que viví en muchos años. Gracias por tu visita. Abrazo fuerte.
Eliminaránimo que si te proteges y guardas reglas no contagias y te contagian. El picnic sirve además para que los animalejos y demás bestias salvajes puedan alimentarse con nuestras sobras.
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