Los domingos... Limpieza General. "Una mesa" (Aireando viejos relatos)


     Una mesa, como mi padre.
De mayor, quiero ser mesa como mi padre, no una de esas extensibles o articuladas, ¡no! quiero ser de una pieza, grande y maciza.
     Sólo soy un pino, no importa, seré la mesa más fuerte de cuantas se hayan fabricado, con los abuelos presidiendo los extremos, sonriendo cómplices por habérsela comprado a Quimet, el ebanista de la Plaza.
     Recuerdo aquella que se hizo él para su casa, de vieja delataba en su piel todo su pasado. La mesa del Quimet y la Colometa era su historia. Su superficie, que ella lustraba cada sábado, era un mar de cicatrices por cuyas rendijas, ensimismada, pasaba las horas arañando las migas de pan que habían quedado varadas en su fondo.

     Hay un largo camino, desde Valsain, allá en la Sierra, hasta la carpintería de Quimet. Es ley de vida, ya tengo los poros abiertos y mi piel es clara como la paja pálida con sombras rosadas.
    Huelo a fresco y no me importará oler a cola como huelen los mayores, primero húmeda, lechosa, luego seca y escondida.
Mientras tanto, imagino cómo me gustaría salir en la foto, la tapa grande rosada por el rubor, los cantos romos como una peseta. Sujeta a cuatro patas firmes, que me eleven al cielo, con dos cajones a ambos lados para guardar barras de pan y servilletas a cuadros recién planchadas.

    ¿A qué viene todo esto? Estoy en la cola, la cola de la sierra, mi sueño está al llegar, que más se puede pedir, que ser una mesa como mi Padre.

Comentarios

  1. Se puede pedir (o desear), seguir siendo un árbol erguido, con toda su majestuosidad e historias.
    Abrazos.

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  2. Todo aparente fin resulta ser un nuevo principio. Buen destino ese, el de eternizarse en una robusta mesa!

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