Este jueves, relato. Un momento especial.
D. Ricardo no era santo de mi devoción.
Imponía,
tan enjuto, tan circunspecto, tan estirado él con su guardapolvo gris.
Pero por más que me resistía no podía evitarlo. Los brazos
fuertes de mi madre me arrastraban por toda la calle hasta ponerme delante de
la puerta de la barbería.
Una vez dentro la conversación se repetía una vez más:
-¿Qué le hacemos al niño, Amparo?
-Lo de siempre Ricardo… al cero, que vaya bien fresquito.
Sentado al fondo de la sala esperando mi turno, vivía aquel
momento como algo especialmente dramático, un martirio sin merecerlo, una humillación de irreparables consecuencias.
-A ver niño… ¡Estate quieto! Deja de mover la cabeza o te
llenaré de trasquilones.
La máquina de esquilar, se paseaba desde la nuca a la frente
y desde la oreja derecha a la izquierda. Arrasaba con todo pelo que se le ponía
por delante. Mis atributos capilares se esparcían por el suelo, mechones de
pelo desraizado que nunca más volverían a deambular compactos por mi frente.
Partes alícuotas de una vistosa cabellera que por la crueldad de Don Ricardo dejaba de serlo.
Ya en la calle, herido en lo más hondo de mi presunción,
corría a mi casa a esconderme de las miradas de los otros niños, especialmente
de las de Mari Juli.
-¡Por Dios, que no me vea…! Seguro que no quiere ser la
novia de un “pelón”
Foto de cabecera de Daniel Ghinaglia
Personalmente me gustan así, pelones -como dices tú-, pero entiendo el tormento que puede ser en la antesala de la estética para un niño.
ResponderEliminarAbrazos
A mi tampoco me agrada. No entiendo la crueldad de rapar a un niño. Concuerdo con Verónica, es que es un tormento en esas circuntanscias.
ResponderEliminarJajaja, me recordaste a mi nieto.
ResponderEliminarEsto de cortar el pelo cuando uno es pequeño es siempre un drama, y no abierto a saber el por qué. Será por esa máquina con ese ruido que ajusta un poco, temen que les haga daño;pero si la mamá quiere, a aguantarse, pobrecito.
ResponderEliminarUn abrazo
Ay que eso me recuerda a mi mismaaaa cuando me cortaban el pelo a los garçon para que estuviera ·fresquita" y que fea estaba!!
ResponderEliminarBesos
Ayyyyyyy...es que las madres suelen olvidarse de pensar como infantes y en determinado momento razonan sólo desde la perspectiva de la practicidad o del prejuicio...¡qué imaginaría ella que lo que menos te importaba a vos era estar "fresquito" jajaja!
ResponderEliminarUn abrazo
Pues igual que cuando a mi madre se le ocurrió hacerme tirabuzones...
ResponderEliminarAbrazos y cafelito.
El esquilador finalmente era D. Ricardo o D: Pedro?. En cualquier caso, toda una crueldad el atentado capilar al que sometían al pobre chiquillo. Todo sea por ir fresquito. Claro, su enfado era lógico, sobretodo teniendo en cuenta que Mari Pili tal vez no lo viera igual pelón que con largos cabellos.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Lindo relato, tan especiales de tu niñez. No se si todas las hembras pasamos por ese tormento, al menos así me sentía cuando tenía el cabello demasiado largo y el sol del verano lo sentenciaba a un corte hasta los hombros. Odiaba la peluquera de Mamá. =)
ResponderEliminarSaludos
Te entiendo perfectamente, eso también lo sentía yo. No me dejaban al cero, pero sí con el pelo muy corto. Cuando me veía al espejo veía una cara en la que solo parecía haber gafas y orejas, grrr.
ResponderEliminarBonita narración de aquellos dramas de la infancia.
Abrazos, amigo.
A veces las cosas impuestas por los padres, no eran tan buenas como ellos se pensaban.
ResponderEliminarUn abrazo.
lo bueno de mis 51 años, alfredo, es que ya no busco novia. y si a alguna de esas mujeres de afuera se le ocurre decirme que quiere ser mi novia, de seguro que cuando me corte el pelo, deja de serlo. esta mañana he estado a punto de pasar por lo de mi hermana para que me cortase mi melena leonina. al medio, que no al uno. es la manera mejor de decirle a las niñas que no estoy disponible. creo. por que siempre habrá alguna a la que le gusten los pelados...¡aún no la he conocido! jajja
ResponderEliminarmedio beso.
Un recuerdo que sin duda ha dejado su huella.
ResponderEliminarGracias por compartirlo, ya que creo no es grato para ti recordarlo.
Cariños…
Pues yo estoy segura que aún peloncete le gustabas a Mari Juli. que momento tan terrible para un dandy.
ResponderEliminarBesos