Este jueves, relato: Juegos de infancia
Juegos en el barro. Mi calle era estrecha y larga. Tenía nombre de heroína y ambas, calle y heroína, fueron testigos de mis primeros juegos. Me veo en ella de niño. Descubriendo olores, compartiendo tiempos, haciendo amigos e inventando enemigos. Frente a mi puerta las casas se interrumpían y el sol colaba sus rayos iluminando las fachadas que iban del 60 al 68. Ese gran solar todavía no robado al campo era cuartel general de lagartijas, perros, gatos y alguna que otra gallina. Tengo tres fotos de aquella calle. En una de ellas, agachado, lanzo una canica de arcilla marrón al aire: Chiva. Pie-bueno. Tute. Matute... ¡Gua!. Calle de panas y boinas, delantales y alpargatas. Y barro, mucho barro, que despiadadamente nos dejaba la lluvia para enfado de mi madre. Al fondo un solar donde se interrumpían las casas y mi abuela, con la colada repartida sobre el confiado arbusto, recibía gratis el sol a través de linos, lanas y algodones. Yo, con ropa de ensuciar,