...cuadrado vital
Me descubrí en este cuadrado.
Me miro en él y me veo, espontáneamente perfilado, aparentemente hermético, dentro y fuera. Inaccesible pero vacío para recibir y alojar en su interior todo lo que venga, ordenándolo, racionalizándolo, apurando y aprovechando los milímetros de una superficie que adivino.
Acerco el carro de mi vida y vuelco: emociones, pasiones, traiciones, gente y mas gente que empuja y codea por situarse bien, otros, los menos, seres queridos a los que no quiero perder de vista y amigos que sólo desean estar aunque sea en cuclillas en una de las cuatro esquinas de esos cuatro ángulos imperfectos, que se ensanchan poco a poco hasta parecer reventar.
Pero desconozco su altura (si la tiene) ¿largo por ancho, por alto?
De nuevo otro carro esta vez con kilos de textos, enciclopedias, libretas, lápices, gomas (de borrar y de las otras) billetes de avión arrugados por el miedo, la factura húmeda de un hotel de Venecia, una impagable colección de vinilos, pelotas, balones, camisetas con el numero 3 y muchas deportivas blancas destrozadas por los buscados y sucesivos encuentros con la tierra y los contrarios.
¡Si, el cuadrado tiene altura! ¿será un cubo?
Una sombra alargada lo contempla desde fuera, es tan alargada que mide un cuarto de cuadrado. Desde una nube lo miro de reojo, me obsesionan las formas, el orden, todo tiene que encajar, lo convexo junto a lo cóncavo, dentro de una V coloco una A al revés, las fotos de los días de lluvia con las de radiante sol, Euskadi con Chillida, alguna dificultad, otra cosa son los globos y las esferas, el mundo siempre “dando por culo”
El último carro arroja al interior del cuadrado millones de mariposas, que completan millones de huecos hasta conseguir una tercera dimensión, la de la cara limpia, perfecta, definida, esa cara que se nos queda cuando vemos a Dios.
De pronto todo es una densa y maravillosa penumbra, penumbra, penumbra. Era la tapa, esa sombra alargada... ¡Era la tapa!
Me miro en él y me veo, espontáneamente perfilado, aparentemente hermético, dentro y fuera. Inaccesible pero vacío para recibir y alojar en su interior todo lo que venga, ordenándolo, racionalizándolo, apurando y aprovechando los milímetros de una superficie que adivino.
Acerco el carro de mi vida y vuelco: emociones, pasiones, traiciones, gente y mas gente que empuja y codea por situarse bien, otros, los menos, seres queridos a los que no quiero perder de vista y amigos que sólo desean estar aunque sea en cuclillas en una de las cuatro esquinas de esos cuatro ángulos imperfectos, que se ensanchan poco a poco hasta parecer reventar.
Pero desconozco su altura (si la tiene) ¿largo por ancho, por alto?
De nuevo otro carro esta vez con kilos de textos, enciclopedias, libretas, lápices, gomas (de borrar y de las otras) billetes de avión arrugados por el miedo, la factura húmeda de un hotel de Venecia, una impagable colección de vinilos, pelotas, balones, camisetas con el numero 3 y muchas deportivas blancas destrozadas por los buscados y sucesivos encuentros con la tierra y los contrarios.
¡Si, el cuadrado tiene altura! ¿será un cubo?
Una sombra alargada lo contempla desde fuera, es tan alargada que mide un cuarto de cuadrado. Desde una nube lo miro de reojo, me obsesionan las formas, el orden, todo tiene que encajar, lo convexo junto a lo cóncavo, dentro de una V coloco una A al revés, las fotos de los días de lluvia con las de radiante sol, Euskadi con Chillida, alguna dificultad, otra cosa son los globos y las esferas, el mundo siempre “dando por culo”
El último carro arroja al interior del cuadrado millones de mariposas, que completan millones de huecos hasta conseguir una tercera dimensión, la de la cara limpia, perfecta, definida, esa cara que se nos queda cuando vemos a Dios.
De pronto todo es una densa y maravillosa penumbra, penumbra, penumbra. Era la tapa, esa sombra alargada... ¡Era la tapa!
sencillamente me gustó para leerlo cien veces y más....un texto que me quiero llevar para seguir leyendolo y entendiendolo. un beso
ResponderEliminarMagnífico texto.
ResponderEliminarEl cuadrado, la frontera que delimita lo que hay dentro y lo otro, lo de fuera.
Interiormente un sistema más o menos permeable que al final queda maravillosamente estanco, tapado, como dices en maravillosa penumbra.
Un saludo.
buscandolunas: es mi cuadrado, pero podría ser el tuyo, si lo miras detenidamente te verás en él.
ResponderEliminarJose: esa penumbra tan buscada y necesaria, en la que nos sentimos protegidos y nos encontramos tal cual sin deslumbramientos.