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Este jueves, relato: Mr.Chance

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Era domingo, estaba en el jardín cuando oí voces en el interior del salón. Dejé la manguera en el sendero mientras acudía al reclamo de las voces. Todo empezó por el final, cuando tenía sesenta años. Sesenta primaveras de las que no recordaba ninguna aunque tenía una idea aproximada de lo que habían sido. Ahora, mi mayor y único entretenimiento consiste en dejarme llevar, secuencia tras secuencia, por las imágenes del televisor de 42 pulgadas, permitiéndome escuchar con una claridad extrema las últimas noticias de una encuesta sobre sexualidad en la tercera edad. Con el mando en la mano, jugué de nuevo a buscar el canal de los colores en alta definición. Sin pretenderlo acerté con mi momento preferido. Me abandoné en el fondo de mi butaca y con los ojos vidriosos pude ver todo de forma confusa y entremezclada: el día y la noche, lo grande y lo pequeño, lo suave y lo áspero, el calor y el frío. P or enésima vez, estaba viendo los mismos anuncios, los mismos documentales, la

Este jueves, relato: Negra noche, negra

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Que negra es la noche.  Frente al teclado de letras blancas las yemas de mis dedos reposan inquietas sin saber que hacer, por donde empezar. Necesito una frase; un artículo determinado; un pronombre personal o  un nombre común, una idea, un pellizco que me estremezca.  Que negra es la noche. Que sombría tu ausencia. Levanto la mirada y busco, en un largo travelling, esa imagen que me despierte de mi letargo. Veo con avidez fotos y objetos y les grito que me cuenten sus sueños, sus vivencias, hoy no es su noche, ni la mía, me detengo en la ventana y llueve. Que negra es la noche.  Solo un «La» para entonar. Se mezclan y me confunden los «Mis», los «Re» y los «Fa».  Suena la música, negra. Ella y yo solos en la madrugada. Que negra es la noche, y amanece.  Los primeros brillos de un sol que todavía no despunta, el cristal se empaña y las gotas de lluvia resbalan en un surco, negro, interminable. Miro su foto. ¡Qué niña, qué porte! Descalzos sus pies y vestida su mirada, leo