Cuentos de andar por casa: La cita
Ordenó la dirección al taxista. Horas de ansiedad contenida, un deseo largamente anhelado a tan solo una carrera de taxi. —¡Avd. De la Libertad, esquina Constitución! —¿Hotel Meridional? —¡Sí! –contestó ausente, John. Ella lo tenía a dos paradas de bus, pero prefirió andar. Eso era lo que quería hacer, al menos lo iba a intentar. El paseo junto al Mediterráneo distraería su conciencia. Acordaron coincidir en el hall a una hora determinada, pero en el supuesto –más que probable– de que uno de los dos llegase con antelación, este, formalizaría la reserva y esperaría en el bar. Mary llegó antes, sin embargo, nada más reservar, prefirió subir a la habitación para ordenar sus cabellos y reforzar el rojo carmín de sus labios; darse una última mirada en el espejo y buscar rápidamente el ascensor de bajada. En la luna del camarín se vio perfecta, gesticuló gustándose. Acarició, llevando al sitio, los rizos de su media melena, negr