Este jueves, relato. Conventos.


    Paseo por este jardín, sola, viviendo y padeciendo una soledad obligada. Me acompañan algunos libros y en esencia sus autores; en su lectura me pierdo queriendo, entre matorrales, desde donde se respira el dulce aroma que despiden los almendros.
    Camino entre milenarios muros agrietados y descubro al doblar cada esquina la vista desnuda del ocre pajizo de los trigales que bordean la ciudad.
    Me detengo en el claustro, admiro las miniaturas sobre los Comentarios del Apocalipsis. La cúpula, a continuación, presume de un vistoso trabajo de cantería con una gran decoración profusa de guirnaldas y amorcillos. Ahora, estoy serena, iluminada, en paz conmigo misma, muy lejos de mi otra realidad.


Mi nombre es Juana, Juana de Castilla, y sería la mujer más feliz del mundo si me permitieran salir en libertad... fuera de los muros de este Convento.

Comentarios

  1. Esa costumbre ancestral debía de ser morir en vida.

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  2. "Viviendo y padeciendo una soledad obligada". Contraste en los relatos que he ido leyendo: soledad querida y buscada y soledades que son condenas en vida. En el segundo caso, muy pocas diferencias con una cadena perpetua.

    Un abrazo

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  3. ¿Al final se conformó Juana en el convento? No lo creo que menuda era ella desde chica, de sus católicos padres oveja negra, amante del hermoso y comunera, menuda ella, que de loca nada. La condenaron al convento perpétuo, y adivino que ni allí se callaba. Mujer, princesa respondona, con ideas própias, tres cargos que merecieron hábito, mal hijo la condena, mala suerte Juana.

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  4. No creo que la obliguen a quedarse amigo Alfredo.....

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  5. El convento está bien siempre y cuando se esté allí por decisión propia y no cómo obligación. Esto último debe ser durísimo. Un beso.

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  6. Una historia muy bien narrada, desde las descripciones que la ubican en sitio y estado anímico... El final, da respuesta a la intriga inicial, de: quién será esta mujer obligada al encierro? Pobre Juana... condenada por "su locura" y por pretender ser una mujer con personalidad propia...
    Besos:
    Gaby*

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  7. Ay Juana...! Ni el olor dulce de los almendros, ni el color de los trigales, ni las preciosas palabras con que te encierra este buen señor entre sus letras, hará que olvides el amor por tu Felipe...
    Vives tu propio apocalipsis, rodeada de amorcillos que de nada te sirven. Es el precio que pagas por ese amor eterno y pasar a la historia, envuelta en leyenda.
    Un placer leerte socio.
    Un fuerte abrazo.

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  8. La belleza del entorno contrasta con su oscuro paisaje interior. Pobre reina.
    Un beso

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  9. Preciosa la descripción que haces de ese convento; aunque si los encierros son forzosos esa belleza pasa de largo. Esa es la diferencia, estar allí por convencimiento o porque te obligan como a la pobre reina.
    Un abrazo

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  10. Todo cuanto le rodeaba lo has pintado lleno de hermosura, pero nada de esto se puede disfrutar sintiendose presa.
    Otra visión Alfredo, la de este convento.
    Un abrazo.

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  11. Contentarse con esa libertad de encierro...con qué poco debían conformarse las pocas que pudieron "elegir"
    Un abrazo!

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  12. Me agrada mucho leerte amiigo. Pintas las escenas con tantos colores y das tantos detalles que la narración parece complemetamente auténtica Un placer passar por aqueí .Un abrazo

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  13. Menudos encierros, como el de Juana debieron sufrir tantas personas en aquellos tiempos. Me han gustado las sensaciones que describes, antigüedad, pesadez, en el relato.
    Abrazos.

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  14. Imagino el sufrimiento que tendría Juana, como tantas otras mujeres a las que encerraron de por vida.
    Un beso

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  15. No se si es peor estar en el convento o estar rodeada de gente que conspira contra ti a cada momento.

    Bss.

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  16. Pásate por mi blog y tendrás un premio que te recordará mi primera convocatoria. Muchas gracias por participar

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  17. Malamente, muy malamente la quisieron su padre Fernando (aquel que presumía de Católico) y su hijo, el primero de los Carlos que vendrían después. Reina por derecho de Castilla, Aragón y Navarra, descreida, nada religiosa, y por supuesto nada loca, pero reina sin reinar, despojada de sus derechos primero por su padre y luego por su hijo. Triste sino el suyo.
    Disculpa la tardanza en acercarme a tu rincón, Alfredo.
    Un abrazo.

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