...Héroes de Cabecera (I) Eduardo Chillida
En un extremo de la bahía donostiarra, a los pies del Monte Igeldo, instaló en 1977 Eduardo Chillida su obra preferida, el Peine del Viento, con tres espectaculares piezas de acero aferradas a las rocas y rodeadas del mar, ejemplo único de armonía entre arte y paisaje. "El mar tiene que entrar en San Sebastián ya peinado", bromeaba al contemplar cómo el viento sur levanta, ondula y riza la cresta espumosa de las olas que rompen impetuosas contra las rocas.
Luego trabaja.
Luego golpea.
Luego... Hay que domar el caos.
Hay que colonizar el vacío
y poblarlo de figuras dominantes y sagradas.
Chillida lo hace a su modo como antes hicieron otros, golpeando y sudando,
sudando y pensando,
hace...
Se nota en su taller de ferrón,
y en un olor,
y en un calor
Documentación: Chillida Leku y epdlp.
Junto al anfiteatro sobre el mar, a una altura inferior, discurre la calle que conduce hacia el final del Paseo y que va descubriendo al paseante, primero, la escultura de la derecha; después, la del horizonte, y finalmente, el conjunto, una vez alcanzada la plaza de los chorros, que encauzan físicamente la presión salvaje de la marea. Y es que, de otra forma, sin respiraderos posibles, el mar, que asomaba esporádicamente por las vetas, amenazaba con deshacer la plataforma.
Deslumbrado y absorto, sondea esa cadencia que es, al mismo tiempo signo y significado y se plantea cómo no admirar una pieza semejante, en realidad, el detalle no carece de importancia.
Después de la primera sorpresa, el joven estudiante cede a la demanda musical: olvida la clase y sentado en la escalera, se deja llevar por una de las seis suites para violonchelo de Johann Sebastián Bach.
Quién no imagina a Eduardo Chillida de piedra o hierro, de madera o papel?, pero siempre de Música, él es afable, de sonrisas, hondo de humor y ternura. Todavía se le recuerda con esa boca fina que se le torcía al reír y unos ojos que emocionados volaban lejos.
He visto niños y adultos jugando, acariciando y admirando sus hierros, aprendiendo de ellos a adivinar el alma de las cosas y disfrutando de sus formas y texturas, yo mismo me acerco a ellos siempre que viajo a San Sebastián y los toco, los miro, detengo la mirada en el horizonte donostiarra a través de sus densos y descriptivos vacíos.
En su ciudad natal fue portero de fútbol de la Real Sociedad. Se rompió la rodilla, esa con la que también se paran balones, luego vinieron cinco operaciones, no pudo volver a correr, pasaba por ser el más valiente cuando todos corrían, ni siquiera quiso volver como espectador, no soporta el ruido del balón si no lo toca.
En su ciudad natal fue portero de fútbol de la Real Sociedad. Se rompió la rodilla, esa con la que también se paran balones, luego vinieron cinco operaciones, no pudo volver a correr, pasaba por ser el más valiente cuando todos corrían, ni siquiera quiso volver como espectador, no soporta el ruido del balón si no lo toca.
Arriba del “Peine” subiendo al Igeldo por el lado izquierdo de la Bahía esta su casa que es un ventanal sobre roca de mar, de Salones grandes y sólidos que albergan a una familia de muchos, no hay vacíos en casa, hay espacios llenos de aire, de viento y de palabras y está Pilar, que la conoció en la baranda de La Concha cuando tenían quince años.
De adolescente Eduardo Chillida alternaba los estudios con las pasiones que acabaron por encauzar su toma de conciencia intelectual, un día en que acude a clase de matemáticas, que las recibía en un domicilio particular y al subir por la escalera escucha una melodía envolvente, llena de posibilidades seductoras.Deslumbrado y absorto, sondea esa cadencia que es, al mismo tiempo signo y significado y se plantea cómo no admirar una pieza semejante, en realidad, el detalle no carece de importancia.
Después de la primera sorpresa, el joven estudiante cede a la demanda musical: olvida la clase y sentado en la escalera, se deja llevar por una de las seis suites para violonchelo de Johann Sebastián Bach.
Quién no imagina a Eduardo Chillida de piedra o hierro, de madera o papel?, pero siempre de Música, él es afable, de sonrisas, hondo de humor y ternura. Todavía se le recuerda con esa boca fina que se le torcía al reír y unos ojos que emocionados volaban lejos.
Chillida Leku, es un lugar que marca el límite entre San Sebastián y Hernani. Un caserío del mil quinientos treinta y algo, rodeado de árboles ancianos y praderas plagadas de sus esculturas Chillida y su mujer se enamoraron del caserío de Zabalaga en Hernani, la primera vez que lo visitaron en 1983, invitados por su antiguo propietario Santiago Churruca, entonces cónsul en Burdeos. A la familia al completo la casa les pareció que "crujía y vibraba" como un ser vivo. Cien obras, entre dibujos, gravitaciones, hierros y alabastros, algunos de los cuales han tenido que ser recuperados del mercado, se distribuyen en el interior del museo.
El paseo matutino por la porción de bosque habilitada para el visitante es un descubrimiento de esculturas de variadas texturas y algunas de descomunales proporciones, la ladera está mojada y cristalina por el rocío formado por las bajas temperaturas de la noche anterior y al final del recorrido con los zapatos mojados, descansas en el interior de la casa museo, de la que no querrías salir nunca.
El paseo matutino por la porción de bosque habilitada para el visitante es un descubrimiento de esculturas de variadas texturas y algunas de descomunales proporciones, la ladera está mojada y cristalina por el rocío formado por las bajas temperaturas de la noche anterior y al final del recorrido con los zapatos mojados, descansas en el interior de la casa museo, de la que no querrías salir nunca.
Chillida hizo un homenaje a Jorge Guillén y éste le regaló este texto:
Luego trabaja.
Luego golpea.
Luego... Hay que domar el caos.
Hay que colonizar el vacío
y poblarlo de figuras dominantes y sagradas.
Chillida lo hace a su modo como antes hicieron otros, golpeando y sudando,
sudando y pensando,
hace...
Se nota en su taller de ferrón,
y en un olor,
y en un calor
Documentación: Chillida Leku y epdlp.
CASANDRA dijo...
ResponderEliminarme quedo en la primera foto, en blanco y negro y con esa música de fondo, despeinandome con el viento y leyendo el mar.
28/11/08 4:56 PM
Tesa dijo...
Me encantó el peine de Chillida, creo que el entorno le va muy bien al hierro. Me atrae el hierro y el agua de una manera irracional. No tenía buena luz el día que fui hasta allí, pero pese a todo hice montones de fotografías. Y el mar embravecido de fondo.
Un abrazo, Alfredo.
28/11/08 6:01 PM
Allek dijo...
Bonito rincon.. lleno de color..
saludes!!
y mucha paz-ciencia!
1/12/08 12:29 AM
Casandra dice ahora: me gusta que me hayas mudado a la Plaza, con Chillida, con Tesa, con Allek. No quería perderme de saber de tus heroes.
ResponderEliminarGracias, Alfredo. Fantástica entrada. Me atrae Chillida de forma instintiva, sin saber muy bien por qué.
ResponderEliminarBuenas noches Alfredo.
ResponderEliminarNo he estado nunca en la casa de Chillida, ni en San Sebastian, ni siquiera en Euskadi, pero de entrada, sin conocerlo mucho, la obra de Chillida me gusta, y me gusta la forma en que se expone, contra las olas, integrada en las rocas o en medio de una arboleda configurando una nueva forma de bosque.
Y he leído el otro post, música y cine, y he sonreído al leer que hablas del Graduado, es una de mis películas favoritas, tal vez por su falta de cordura, por su convencimiento ciego, porque es un canto al amor sin condiciones, y porque Simon&Garfunkel junto con John Lennon, Luis Eduardo Aute y Serrat marcaron mi juventud entre los 14 y los 17 años, a primeros de los 80 en mi primer radio-cassette, y aunque después vinieron muchos otros grupos y cantantes los primeros marcaron de alguna manera mi subconsciente.
Un fuerte abrazo, Jose.