Este jueves, relato: La mano que da la moneda
He soñado que, a plena luz del día, andaba por la calle, literalmente: desnudo. Valentina, mi interpretadora de sueños, me aclara que éste, en particular, vaticina una situación económica precaria, cuando no, desastrosa. Salgo de casa y, como cada día, rebusco en mis bolsillos hasta confirmar que llevo suficiente para el desayuno. En la esquina, con precisión geométrica, justo donde se juntan los dos pasos de peatones, está Isidoro y, como cada día, me hace un gesto con la mano insinuando algo que llevarse a la boca… Hurgo en mi bolsillo, detecto y le doy una moneda de 50 céntimos. Cruzo la avenida y paso junto a la iglesia de San Roque. Ramona es extranjera y tiene la exclusiva de la puerta principal. Luce (o más bien, desluce) una melena blanca, casposa y despeinada. Te recibe con la mirada y, agradecida, la vuelve rápidamente en busca del siguiente paseante. Hurgo de nuevo y… 50 céntimos. Mateo, de origen y aspecto similar, ocupa con autoridad la puerta lateral, la