Este jueves, relato: Renata la besadora.
Este es el tema, algo retocado, que el azar me brindó para mi participación en el relato «in situ» en el pasado encuentro en Vilafamés. Me puse a temblar como un niño. Aún recordaba lo que se decía de Renata: seducía, embrujaba, hechizaba… y todo eso con tan sólo un beso. Dejaba tras de sí ejércitos de idiotas lastimados por su magia. Ilusos que renunciaban a su mediocre vida para suicidarse con una aventura tan apasionante como imposible. Llegó el día e impulsado por una decisión, cuyos resultados desconocía, compré un beso. El peso del pecado generó incertidumbre. Me preguntaba a cada segundo… ¿La besaré? Ese beso era mi primer beso y no lo podía ni quería perder. No me asustó la seducción, el embrujo o el hechizo, ni siquiera los miles de besos diferentes que daría a partir de ese beso. Esperé mi turno y cuando llegó el momento… ¡La besé! O tal vez, casi seguro, me besó ella. Un beso agridulce con el que vi el cielo y el infierno a la vez. Fue ese pecado leve que s