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Un poco de Puccini...

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Hay momentos sublimes, situaciones en las que se dan unas circunstancias tales que las hacen irrepetibles. Reconozco que empiezo ha tener una pasión desmedida por la música de Puccini, pero ¿hay acaso, algo tan extraordinario como la conexión cerebral y emocional que se establece cuando participas de la apasionante ceremonia de una Opera? ¿Puede nuestro adulto corazón resistir tanta belleza sin romper en un inevitable llanto por tanta felicidad? Algunas, han sido las representaciones a las que he asistido, naturalmente siempre acompañado por Regina, decir que hemos visto no sería acertado, porque es algo mas que una meticulosa y atenta visión, diría que hemos compartido con directores, músicos e interpretes, y por supuesto con el espíritu de los autores, a los que dicho sea de paso sientes muy próximos, una especial comunión que te hace disfrutar sin pudor y entregado a cada overtura, aria, dúo, intermedio, coro, etc. pasajes de contenido tan bello y conmovedor, como a la vez t

¡Puta Mili!

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El servicio militar era un acontecimiento que, lejos de ser una experiencia provechosa en la que durante un tiempo razonable nos aproximáramos al peculiar mundo de las estrategias, del conocimiento del material bélico, de la preparación para los desfiles o la disciplina castrense, que no era mayor ni menor que las que algunos soportaban en las fabricas, las oficinas o el campo, y otros se imponían a sí mismos en sus estudios para obtener con éxito oposiciones y exámenes, se convertía en una carrera de despropósitos en la que los mas espabilados y recomendados obtenían licencia para ausentarse, y pasados los tres primeros meses de instrucción, las instalaciones cuartelarias quedaban ocupadas por soldados con el único objetivo que repartirse innumerables guardias, en las que vigilantes de un hipotético peligro que podría acecharnos y que obviamente jamás se producía, uno tenía la sensación de estar perdiendo el tiempo, mientras tanto el resto de la “quinta”, fontaneros, carpinteros

Para Alfredo "Senior"

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“ Malagueña”, era la canción con la que mi padre animaba las fiestas familiares. En su familia, destacaban algunos componentes por sus cualidades para la lírica, mi padrino Alfredo y mis tíos Vicente, Carmen y Trini formaban parte de una coral que participaba regularmente en los festivales de Habaneras de Torrevieja . Lo cierto es que a mi padre no le recuerdo tantas excelencias musicales, pero sí era un gran cómico; me lo imagino destrozando la canción con una versión histriónica, haciendo q ue la concurrencia se destornillase de risa. El primer tocadiscos que tuvimos en casa fue  una pequeña maleta roja marca Philips;  sus dos partes se separaban entrelazadas por un cable que alimentaba el correspondiente a los altavoces dejando, al descubierto, el giradiscos y su brazo. El lote vino acompañado por unos vinilos de tamaño mayor del normal, con unas fotos en las portadas muy representativas y unos títulos que solamente había oído tararear en algunos encuentros familiares. A