COT_idianeidades: Mi barrio

 


Tu Barrio.

Empiezas a andar, no te puedes perder; conoces esta parte de la ciudad como la palma de tu mano. Naciste por aquí cerca y podrías contar cosas que ya no existen. Estás en la puerta de la Biblioteca Municipal, perdón, para ti, el Hospital de los Pobres Inocentes. Andas sin prisas, sin intención, sin objetivo y pasas por el lugar donde estuvo su puerta principal, sin embargo no es ese detalle el que te viene a la cabeza, lo que recuerdas es un pequeño torno con una puerta basculante en la que abandonaban a los recién nacidos —aquellos que acabaron llamándose «Expósitos»—. 



Pero, creo que no se trata de que veas lo que no hay sino de que descubras lo que hay. Sé lo que vas a encontrar al doblar una esquina. Echas a andar con las manos en los bolsillos. Es noche. Avanzas y te detienes a cada paso intentando exprimir ese paisaje al que tan acostumbrado estás; esos locales que, con sus puertas cerradas, evidencian una crisis irreversible, y los que quedan abiertos muestran una actividad que engaña; un colectivo que bosteza a estas horas de cierre. 



Sigues pateando ese rocío que, por la hora, empieza a brillar sobre el césped del jardín. Siempre hay perros, pero hoy te preguntas si alguno de ellos podría ser el tuyo. Prefieres no contestarte, ya tuviste un loro y sabes lo mal que lo pasaste.

 


Das la vuelta al edificio, 360 grados y, de nuevo en la puerta, miras hacia el interior; nunca te recreas en su arquitectura, esos pilares, esa cubierta abovedada o esos arcos del gótico valenciano. Un enriquecedor contraste con su vecino el Museo Valenciano de la Ilustración, moderno y minimalista a rabiar, una provocación, pero que me consta que a ti te gusta, es más, te emociona y ahora, con esas mujeres vestidas de cuello para arriba, te descoloca sin saber el contexto. Todas ocupan un espacio en unas simuladas ventanas. Algunas parece que se mueven al correr de una pequeña brisa. No las buscas, las has encontrado y ahora, perplejo no sabes a dónde mirar.



Otra vuelta, van dos e insistes en que esas paredes pueden descubrirte cosas, sentimientos, emociones, imágenes, recuerdos. A veces no ves, miras deprisa o finges que has visto, pero no. Fugitivo de todo y sin dirección en tu paseo (porque dar vueltas a la Biblioteca [para ti, el Hospital de los Pobres Inocentes] no es ir en alguna dirección). Esta vez la rodeas posando la mano en sus paredes, acariciando la textura de la piedra, esperando que esta guarde algún secreto que quiera compartir contigo. Hasta que te das cuenta de que eres tú el observado, el mirado, el visto… ¿Qué pensarán de ti? «¡Está loco!» especulará más de uno, pero tú a lo tuyo, que tienes deberes que hacer.


Son las 20:00h. Regreso a casa. No había caído en la cuenta de lo incómodo que es caminar por ese pavimento a base de baldosas irregulares (parece que camines sobre los sampetrinos de Roma). ¡Oh, Roma! Sabía que al final todo esto te llevaría a la ciudad de tus sueños.



 

Comentarios

  1. Un buen recorrido por el barrio , donde cuando caminas despacio y con tiempo te das cuenta que aunque lo veas todos los dias , si te fijas bien siempre hay alguna novedad. Esa pared con esas pinturas es curiosa!!
    Un abrazo.

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