Entradas

Este jueves, relato: Tranviario

Imagen
             Decía que se paraba echando piedrecitas por un tubo hasta que estas cubrían la vía. Lo recuerdo en los días de lluvia, yo iba a su lado, y me dejaba tirar puñados de arena gorda por el embudo cuando nos aproximábamos a la parada; él, al mismo tiempo, reducía la velocidad con la mano izquierda, girando la manivela que se deslizaba circular sobre un especie de reóstato; mientras, con la derecha, daba vueltas a un gran volante metálico que frenaba presionando las ruedas de acero.       Vestía de gris, pantalón y chaqueta con botones cromados hasta el cuello, apenas se adivinaba la orilla del cuello de su camisa blanca, hasta que después de las primeras horas se desabrochaba un botón evitando apreturas incómodas; sólo uno, dos hubiese sido un atentado al buen gusto y decoro. Completaba su uniforme con una gorra de tela dura, también gris, y visera de plexiglás negro.       A veces iba de cobrador: "¡Billetes por favor!" Preguntaba cruzando el tranvía de atr

Este jueves, unos minutos con Eduardo.

Imagen
Normalmente cuando entro a comentar, que últimamente es muy poco, suelo silenciar el fondo musical del blog que visito para poder concentrarme en su lectura y en mi comentario. Necesito pensarlo varias veces. Sí, soy muy raro, ya lo sé.  Hasta que empecé a visitar a Eduardo. Entonces no solamente escuchaba con enorme placer a Tchaikovsky, sino que lo dejaba sonar una y otra vez mientras paseaba por otras casas. De forma que su blog quedaba siempre abierto, a punto de volver a él y releer alguna verdad, escondida entre puntos y comas. Ha sido a propósito, él lo ha dejado abierto para siempre, porque sabe que su sabiduría puede ser una buena compañera de viaje para los que ávidos de entender seguimos leyendo esas cartas que nunca fueron enviadas. Gracias Eduardo.                                                          

Este jueves, relato: Políticos

Imagen
           Jose -sin tilde-, el protagonista de la primera película de J.L. Garci, "Asignatura pendiente", le dice a Ana, su mujer:       -Esos colegios progres están jugando a las élites y como sigan así , los niños, van a acabar echando carreras a ver quién tiene un padre más "rojo".  Al Instituto, Ana… ¡al Instituto!       Corría el año 1982 y por primera vez, en la transición, gobernaba el PSOE. Eran momentos propicios para el cambio -el de verdad-. Y también por primera vez la posibilidad de exprimir y disfrutar de una incipiente democracia que apuntaba a quedarse a vivir entre nosotros. Los políticos de izquierdas se pusieron de moda. Estaban bien vistos, se les admiraba, se les imitaba. Se confiaba en ellos. Las barbas proliferaron en el congreso y fuera de él. Se podía presumir de pertenecer o simpatizar con un partido, sin rubor, sin vergüenza, sin sospechas. Estábamos huérfanos de ilusiones y de pronto habían nacido unas cuantas. La muchedumbre,