Entradas

Este jueves, relato: Olores. (Revisado)

Imagen
Vivo en un octavo. Cada día, el ascensor acude a mi planta con la precisión de un tren de alta velocidad. La puertas se abren, invitándome a entrar a la primera sensación del día: Un penetrante aroma a café recién hecho.   Pulso el botón de bajada y comienza la aventura de cada mañana: oler, planta por planta, intentando adivinar en cuál de ellas es más fuerte el olor a café. Ubicar su origen, poniéndole cara a esas manos que han mezclado, molido y filtrado, hasta conseguir ese cremoso exprés de tan exquisito aroma y sabor.   El descenso es corto, y la carrera de olfatear se concentra al paso de los diferentes pisos.  Podría ser Carmen la del séptimo, se levanta temprano y a estas horas lleva a la niña al colegio, seguro que vuelve para apurar el resto de su cafetera. Manuel el del sexto trabaja en casa, es informático, pero no me lo imagino trajinando en la cocina, es más de cafetería. Desestimo a la pareja del quinto, ambos trabajan en Iberia y esta semana vuelan a

Palabra: Eduardo.

Imagen
Para Eduardo. Es evidente que somos, no lo es tanto que estamos.  Ser, se da por hecho. Estar, se siente.  Ser, no tiene más mérito que pertenecer por defecto.  Estar, es meritorio, comprometido, generoso, ejemplar.  Eduardo además de ser... estaba. Siguiendo una sugerencia de Sindel

Este jueves, relato: Chantaje emocional

Imagen
-¡O te cortas el pelo o no hay calle! -¡No, el pelo no! que parezco una sandía. -Pues tú verás, ¡Castigado en casa! Don Ricardo, el barbero, no era santo de mi devoción, tan estirado y peripuesto él, con su guardapolvo gris. Los brazos fuertes de mi madre me arrastraban por toda la calle hasta ponerme delante de su puerta. Una vez dentro ya no tenía remedio. -¿Qué le hacemos al niño, Amparo? -Lo de siempre Ricardo… al cero, que vaya bien fresquito. Sentado al fondo de la sala, esperando mi turno, vivía aquel momento como algo dramático, un martirio sin merecerlo, un chantaje humillante. -A ver niño… ¡Estate quieto! Deja de mover la cabeza o te llenaré de trasquilones.  La máquina de esquilar, se paseaba desde la nuca a la frente y desde la oreja derecha a la izquierda. Arrasaba con todo el pelo que se le ponía por delante. Mis atributos capilares se esparcían por el suelo, mechones de pelo desraizado que en un tiempo largo no volverían a vagar compactos por mi frent

Palabra 43 de 52: Madre

Imagen
Si no fuera por ti, qué sería de mi habitación. Siguiendo una idea de Sidel