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Este jueves, realto. En un lugar de Verona...

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En un lugar de Verona, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho que vivía un joven tonto y afortunado del que poco se sabía. Ensimismado y soñador, se daba a leer textos de amor, alejándose en esta suerte de toda acción, refriegas y curiosidades sobre el comportamiento de hombres y bestias. Es pues que, de esta forma, Romeo de Quijano, que así se llamaba, modeló en su mente el sueño que había dibujado en forma de hermosa dama. Sembró su casa con libros que hablaban de enamoramientos, desengaños, dichas y desdichas e incluso cartas donde la razón de la sinrazón se empequeñecía ante su Diosa de humo. Así, dejado en sus pensamientos se le veía cada mañana creciendo ajeno al renovar de viejos odios con sus vecinos de enfrente, también de similar rango y poder. Al atardecer, en su mirador, abandonado en la mística contemplación del deambular de carretas, una caminante le sobresaltó: Qué y quién era esa visión de su sueño en forma de hermoso aliento. Bajó y abordó a la d

Palabra 30 de 53: Vendaval

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¡Vaya leche! No imaginaba que hacía tanto viento. Siguiendo una idea de Sindel

Este jueves, relato: FLORES Y COLORES

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¡Fucsia! Qué difícil era de pronunciar, Fuc... sia. Los muros del huerto de Santa Rita estaban cubiertos por enredaderas que abrazaban sus superficies encaladas de blanco. Luego, con el tiempo, supe que esa planta trepadora se llamaba "Buganvilla" y su color era el "fucsia". Aquella tarde, durante unos minutos fue el tapiz sobre el que Violeta y yo nos besamos por primera vez. Algo que debería de haber pesado toda la vida sobre nuestras conciencias porque no sólo fue el primer beso, sino también el primer pecado. Al día siguiente sin pasar por el confesionario tomamos nuestra primera comunión, obviamente... ¡Sin la gracia de Dios! Hoy, unos años después la magenta trepadora ha dejado paso a un paramento alicatado hasta los tres metros, desde donde nace el luminoso de un Garaje. Violeta se casó con el hijo pequeño del propietario del huerto, y yo compuesto y sin novia, soy el mozo repartidor de una floristería que paradójicamente se llama "La Buganvi