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La leona herida

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Deambulo por la sabana, perdida, herida y abandonada. La tierra ya no huele a mí. No me acostumbro a caminar viendo alejarse los lomos de mis iguales. Mis fuerzas está mermadas, casi desaparecidas y me cuesta seguir el rastro. No sé qué me espera, de momento sombras e indefensión. He perdido los encantos para encantar y con él el instinto  para acertar en la encrucijada de ese presente –ya pasado- que me asaltó cruel y devastador. Sólo sé que de pronto los olores son más ácidos y rancios. Sigo a nada y persigo a nadie confundiendo horizontes. ¡Un soplo de aire que me reanime! ¡Algo de humedad con la que lamerme las heridas!   Sola en la sabana, preparada para lo peor, lejos de mis amigos y cerca –demasiado- de mis enemigos me enfrento resignada a mi destino. No puedo imaginar que no quede un hilo de vida para mí.

Palabra 23 de 53: Tierra

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La tierra es el espacio escénico de un paso compartido. Siguiendo una idea de Sindel Foto: Paco Alberola

Este jueves, relato. Hablemos del Destino.

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¿Qué es el Destino?, dices mientras clavas en mi pupila tu pupila azul. ¿Qué es el Destino? ¿Y tú me lo preguntas? El destino… eres tú. En otro no creo. El Destino, no es ni más ni menos que el tino, (sin des) con el que se hacen las cosas. En mi caso, la excepción confirma la regla. Qué es sino esa circunstancia que padezco a diario, sin excepción, irremediablemente, cada día, da lo mismo la hora o el lugar. Hasta el punto de replantearme creencias y fabulaciones respecto a por qué sucede todo, generándome dudas existenciales que minan mis más rectas convicciones. A estas alturas estaréis preguntándoos, qué es eso tan transcendente que cada día, sin excepción tambalea mi fe en lo puramente circunstancial. Es muy sencillo, mi batalla con el autobús la tengo perdida: -¿Por qué siempre el que espero es el último en llegar, y no lo es en cambio cuando es otro el que necesito? -¿Por qué otras veces cuando lo veo llegar, tengo el semáforo en rojo (él en verde) y cuando c