Este jueves, relato: LLorar de Felicidad.
Había oído hablar de él. Sabía que era grande, con todos los tonos de grises, verdes y azules. Los verdes y azules me los tuve que imaginar, los grises no cabían en mis ojos. Siempre en movimiento, ocupó durante todo aquel Agosto la pared encalada del cine de verano. Esas imágenes me hipnotizaron con sus mil caras. Su ir y venir, siempre en movimiento. Aquella noche en el cerro de los ángeles a la sombra del molino grande, lo soñé por primera vez. -Algún día, me dije. Ahora sesenta años después, por primera vez a escasos centímetros de su piel, sobrecogido y minimizado por su tamaño, le planto cara y me emociono. Sigue sin caber en mi mirada, menos todavía cuando mis ojos empiezan a humedecer y empequeñecer frente a él. Amado Mar, desconocido amante. ¿Puede mi adulto corazón resistir tanta belleza sin romper en un inevitable llanto por tanta felicidad?