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Palabra 20 de 52: "Mariposa"

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                      Silencio, la Mariposa duerme...                         Siguiendo una idea de Sindel. Vídeo subido por: Yogatea

Los domingos... Limpieza General. "París" (Aireando viejos relatos)

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     Paseaba por el Pont de L’alma, -pasear, por los puentes que son abrazados a su paso por el Sena, es entender a nivel del agua la historia y percibir los diferentes paisajes que han configurado esta maravillosa Ciudad- decía, que paseaba, y reparé con sorpresa en la total inexistencia de los recuerdos con los que habitualmente los nostálgicos homenajeaban a “Lady Di” y que cubrían el contorno de la réplica de la Antorcha de la Libertad que existe al principio del puente, el Ayuntamiento ha decidido cortar de raíz estas manifestaciones de cariño que le dedicaban a la Princesa de Gales, ahora la base del monumento está llena de incontables y sucios restos de cinta adhesiva.      S e oyen sirenas, en París, siempre se oyen sirenas.      El Pont Neuf, es íntimo y sensual, quizás uno de los de “ojos” laterales de ribera transitable más largos y profundos. París entero pasea por ellos, 100 m2. De sombra que habrán presenciado 100 millones de apasionados besos y otras tantas decl

Este jueves, relato. Romance Ambientado. (Revisado)

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A esas horas, la Bodeguita del Medio estaba llena de parroquianos y turistas llegados al calor de la música. Me abrí paso entre son y son hasta alcanzar una segunda fila de la barra, imposible avanzar más. Las nubes blancas de los habanos se reflejaban en el fondo del gastado vaso de cristal que contenía mi enésimo mojito. Permanecí inmóvil, aprisionado entre cuerpos calientes y desinhibidos que parecían estar aparcados allí para toda la eternidad. Ella quedó a mi espalda, hombro con hombro, su voz sonaba suave y próxima, la tibieza de sus palabras me llegaba como una caricia que resbalaba en mi nuca colándose en mi desnudo cuello. Su presencia en mi cuerpo estaba tan delatada y consentida como la mía en el suyo. Noté su culo buscando el mío y lo acepté con un rubor complaciente que disparó la excitación de mi sexo. Intentaba disimular al ritmo del son vehemente y colosal de las lágrimas negras de Matamoros, pero nuestros cuerpos una y otra vez, se encontraban sin buscarse