Este jueves, relato. A mano...
A mano. Moldear y acariciar al tiempo que se crea lo desconocido. Imaginar que las manos húmedas toman el barro y perfilan el volumen del deseo. Modelar sin pausa, extasiado, en un caos de conexión emocional con el elemento natural y lanzar las manos a la aventura de la creación. Los dedos calibran el fondo y se hunden en la superficie inmediata, o hábiles, repican cincelando pliegues, arrugas y arterias, que vivas se adueñan del espacio y del tiempo. Las manos no destruyen, sólo transforman. Indistintamente de la magnitud de la obra y una vez terminada, el artista, convulso, enloquecido por tanta belleza y desatando una cólera contenida le golpea en la rodilla exigiéndole que hable… ¿Por qué no me hablas? Y ante el silencio de la piedra cae vencido a sus fríos pies. Más manos con sus cinco deditos en los guantes de Dorotea