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Este jueves, relato. No se puede hacer más lento.

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Así, es como lo recordaba él. Con la última bocanada, el cigarrillo quedó herido de muerte. Las volutas de humo, se iluminaban al estrellarse con los rayos de luz que entraban por el único resquicio de aquella pequeña habitación de hotel. Más lento, más lento... se repetía a si mismo, al tiempo que la palma de su mano acariciaba en círculos el erizado pezón de ella. Más lento, más lento... recordaba haber oído, que tenía que mover su cuerpo en tan irrepetible situación. La colilla, muerta al fin, derrumbó su ceniza sobre el cristal de la mesilla de noche. Olvidada, sólo había sido una puesta en escena más, de unos compartidos prolegómenos. Más lento, más lento... su sexo, el de él, apuntaba con timidez iniciando una sutil penetración, de momento más sugerida que real. Más lento, más lento... el de ella, encharcado, se abandonaba a su suerte, en un tiempo que volaba y se llenaba de deseos y placeres. Así, lo recordaba ella. Aquella, que fue la primera vez de

Este jueves, relato. Describir una fotografía.

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Aún no son las dos de la madrugada, y ya empiezo a hablar solo. Hace horas que por aquí no pasa un alma. El silencio me abraza y a veces se transforma en miedo y me atenaza... me pesa la guardia. -¡Alto! ¿Quién va?... Nadie, el viento o algún animal. Ese coche... ¿dónde irá? Algún día me gustaría ir en uno, con mi familia, y conducir hasta el amanecer. Kilómetros devorando la noche y abrir los ojos en cualquier ciudad del norte del país... algún día. Son las cuatro, tengo sueño. Ayer no fue un mal día, Claudia está contenta... creo que me quiere; hoy cuando acabe, le escribiré unas letras. Miro a todos lados con el rabillo del ojo, tengo que estar alerta, como dice el sargento: “anticiparse al enemigo”... pero ¿qué enemigo? Y en cualquier caso, estaría más preparado con un par de cafés entre pecho y espalda. ¡Mira, ya amanece! No recuerdo quien tiene que relevarme, pero a partir de ese momento todo será más fácil. Quiero confundirme con l

Este jueves, relato. "Los ciegos también escriben"

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El doctor le quitó con esmerada delicadeza el vendaje que cubría sus ojos y d espués de una vida entre sombras, Juan conoció la luz. Al regresar al pueblo, quiso ver por primera vez, el árbol en el que un día prometió amor eterno. El corazón garabateado a tientas, lucía claro a pesar de sus peleas con el viento y la lluvia. Lo vio y la obviedad le decepcionó. Con tristeza cerró los ojos. Era mucho más corazón cuando lo adivinaba recorriéndolo con su índice. Mucho más suyo, cuando abrazado a su amada sentía el palpitar de ambos. Desconcertado se preguntó, si aquel milagro había merecido la pena. Mas puntos de "vista" el el gratis de Gus