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Este jueves, relato. "Los pies"

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Los pies le olían a demonios. -¿Qué cómo huele un demonio? Mal, muy mal. Los hedores despedidos eran una traición despiadada. Una mezcla de calor sulfuroso y denso aroma mortal. Una muerte asfixiantemente lenta. Imposible huir, te seguía de cerca el insoportable olor amarillo verdoso. Se instalaba en la nariz y torturaba sin piedad. Las pocas veces que se lavaba, en un extraordinario alarde de pereza pasaba por alto esos extremos de su cuerpo. Acumulaba fragancias tan variopintas y dispares que sólo de recordarlo se pecaba con el pensamiento. Las moscas merodeaban como satélites, borrachas y empapadas en aguardiente de animal, cosacos en retirada, abrazadas a los cordones para no perder el paso. Y los pies, abandonados a su suerte, emanaban vapores insoportables que se acentuaban al marchar: "izquierda, derecha, izquierda, derecha, izquierda... media vuelta, ¡AR! Más pies sin lavar (y de los otros) entre las sábanas de Gustavo

Héroes de cabecera. Bob Dylan (XX)

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Bob Dylan es un grano en el culo. Su figura, su mente, su personalidad, sus canciones, son un caudal de denuncia y responsabilidad, común a varias generaciones, especialmente aquella que creció con él.  Nacido en Minnesota, en el año 1941. En el 60 aceptó una beca en la Universidad Estatal y en otoño de ese mismo año, decide marcharse a New York y es la calle McDougal en el Greenwich Village la que le ve madurar, convirtiéndose en el centro de sus actividades adolescentes. Busca trabajo por los Coffee houses, comiéndose su propio hambre y escudriñando en su taciturna incertidumbre. Decide visitar a su ídolo Woody Guthrie, que yace moribundo en la cama de un hospital e impresionado por esa visita le escribe un homenaje de cinco páginas, Last Thoughts on Woody Guthrie, y le dedica "Song to Woody", una de las canciones que más tarde formará parte de su primer álbum. A partir de ese momento destaca entre los cientos de folk-singers que pueblan el Village.  El reco

Este jueves, relato. ¿Me darías una oportunidad para conocerte mejor?

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Su imagen se dibuja frente a mis ojos, es nítido su contorno, y su inexistente volumen acentúa un falso gesto en dos dimensiones. Pura fachada... la de siempre. Pero... ¿qué sé de él?. Siempre me confunde, me seduce con sus frescas facciones oliendo a temprana ducha de agua fría. Quiero acercarme a él, y él se deja lo que se deja. Quiero conocerle mejor, y él me enseña solo mi cara, lo demás no existe. Imploro, ruego, demando, suplico y mi seriedad se ve amenazada por una cruel e irónica risotada y a continuación... me da la espalda. Mañana de nuevo, frente al espejo, le pediré   una vez más mientras lo tenga delante: -Por favor desnuda tu alma... que quiero conocerme- Más oportunidades en la planta séptima