Entradas

Este Jueves, Relato. Relaciones paternofiliales

Imagen
Tengo 9 hijos. Rubén es el mayor, se casó hace dos años, le veo poco, casi lo mismo que cuando estaba soltero, entonces al menos intercambiábamos algún “buenos días” al cruzarnos en el baño. Ahora en cambio, mi espuma y loción de afeitar, me duran una eternidad. Oscar tiene 22, todo un carácter, como su madre, y como su madre goza del privilegio del descaro, ya no le valen mis viejas batallas y para las nuevas, tengo que ponerme al día... no sé si merece la pena. Marta es la siguiente, vive con un poeta melenudo desde hace años, dice que no traerá a este asqueroso mundo ningún hijo, espero que no se le pase el arroz. Aunque yo creo que, es ese Bécquer de pacotilla el que no vale. Se cree única y original porque ha escrito un libro, como si no supiera que para mí, todos y cada uno mis hijos son un interminable libro de aventuras. Julia y Pilar, llegaron a la vez, gemelas para todo, el mismo estilo, las mismas ambiciones, los mismos errores, el doble de satisfacciones y el doble de disgu

Este Jueves, Relato. Las Redes Sociales (Revisión)

Imagen
El Sol entraba en su habitación dibujando los vacíos secuenciales de la persiana que, entreabierta, se obstinaba en asumir un rol que no le correspondía. Aleph dejó de prestar atención a esa sombra de claroscuros y con un leve giro de cabeza, intentó concentrar la atención en el fondo de su pantalla. Este acto inconsciente, el de desconectar de lo cotidiano y conectarse a una realidad virtual, fue un reflejo mecánico ausente de memoria, casi como un atardecer, un momento de paso, sin dolor, sin felicidad, con total ausencia de datos. Abducido por la pantalla, Aleph, imaginó una historia de ficción, sin nombres, ni apellidos, una emoción nacida y ubicada en este sistema de comunicación tan sofisticado que es la Red de Redes y en la que uno es un Dios, un animal, un dibujo animado, un ojo escondido en un fondo de pantalla o simplemente una silueta gris sobre fondo gris. Y así, en este estado catatónico, le habló a la pantalla: “Mi nombre es I.P. 134.32.106.42”. Las máquinas

El cuarto caballo, es Blanco

Imagen
Si ella, no recuerda esta historia es normal, está muerta. No muerta de vivir, sino muerta de ser. La última vez que miró a Luis le dijo: -no te preocupes, me tomé el antabus-, a lo que él respondió: -Eso, no es la solución, tan sólo es una herramienta más-. Pero Paula, en un engañoso alarde de autosuficiencia, murmuró entre blasfemias, que aquello estaba controlado. El pegajoso verano, con sus lentos y bochornosos días, la obligó a modificar sus pautas de comportamiento. El día pasó a ser un largo sesteo, dedicado exclusivamente al descanso de un maltrecho cuerpo y a imaginar estímulos para un alma que cada vez le pertenecía menos. La noche, la convirtió en un peligroso espectáculo. Bastardos de todo tipo, se daban cita en oscuros antros en medio de una vorágine de sexo, drogas y alcohol. De madrugada, descompuesta, regresaba a casa sin intención alguna, simplemente arrastrada por una inercia intuitiva que la ponía en su cama sin que recordase detalles del camino recorrido. Aquella n