
Mercedes empieza con:
¿Cómo fue?... Sí, lo recuerdo… Me acompañaba a casa. Yo estudiaba con las monjas. Él me esperaba en la puerta, con sus libros y sus quince años. Me regaló un anillo de hojalata precioso; lo fabricó con sus propias manos.
Venía a mi barrio después de la merienda. Jugábamos a “matar” (ese juego de pelota donde apuntas con el balón a uno del equipo contrario, lanzas y, si le das, pasa a ser tu prisionero).
Apareció otro chico. Otro chico que se había obsesionado conmigo. Yo no le hacía ni caso, pero él no cesaba en su empeño.
Un día, recuerdo que dejé a la pandilla en la calle y subí con mi amiga a la azotea de casa. Le estuve comentando que andaba hecha un lío: el chico del anillo de hojalata me gustaba; el otro se derretía por mí (y eso también me gustaba).
Entonces, mi amiga me agarró del brazo y me llevó al borde de la terraza.
-Mira ahí, abajo (y sacó el dedo de señalar): ese está loco por ti. Y ese otro es tu alma gemela. Ahora, tú decides…Me di la vuelta, escurrí la espalda en la pared y me senté en el suelo (yo tenía quince años).
-¿Ya? – preguntó mi amiga, después de un largo silencio.
-Sí.Bajamos. La pandilla esperaba.
Había que retomar el juego. Me tocaba formar equipo:
-Me llevo a Rosa, Carmen y José. También, a "Margarito" (que era un chico tímido y afeminado). El turno de mi amiga:
-Elijo a Pedro, Ana, Manu y al Chiqui. En el banquillo, los dos "Romeos" …La suerte estaba echada… Miré a "la locura"; luego, a mi alma gemela. Volví a mirar a uno… al otro…; segundos densos en los que nos jugamos toda una vida (a los quince años).
Elegí "la locura".
Prudencio (el que decía mi amiga que era mi alma gemela) no volvió por el barrio; ni me esperó más a la salida del colegio. Tampoco pude conservar el anillo que me regaló. "La locura" dijo que tenía que tirarlo a la basura; y como antes no había contenedores, lo saqué del dedo y lo lancé a los jardines del paseo.Aquella noche, recuerdo que lloré.
Mi final:
Yo también lo recuerdo, al día siguiente la sombra de tus ojos delataba una triste oscuridad, la evidencia de un error asumido y no soportado, la trascendencia de lo irreparable.
Hoy, algunos años después, pienso (estoy seguro) que la levedad de aquella decisión, sólo añadió algo de drama a aquellos corazones quinceañeros recién estrenados en el ejercicio de dar, sin recibir.
Yo conocía tu ansiedad, tus dudas, aquel laberinto de activos que sopesaste sin casi tiempo, acurrucada en las rojas rasillas de la azotea.
Guardo, aquel anillo de hojalata que tiraste a los jardines y que te vi poner y quitar en tan corto espacio de tiempo, no significa mucho para mí, tan solo un mudo testigo de intrascendentes acontecimientos.
Sabes, Prudencio no tardó en regalar otro igual a Rosa, del que desconozco a que otro jardín habrá ido a parar, (dejaron de interesarme los anillos de los demás) y el poseedor de aquella magnifica y engañosa “locura” sólo era eso, un aventajado loco, experto en fabricar y romper sentimientos de cristal.
El tiempo, al igual que a ti, me ha acariciado de costado, y sin distanciarme demasiado, todavía hoy, me permite verte a través de la nube de mis recuerdos. Como aquella tarde en aquel partido de “balón-tiro”, (que así se llamaba) alineados, enfrentados por el capricho o el deseo, antes de elegir entre tus “Romeos”. A un lado de la raya: Pedro, Ana, Manu, Chiqui y tú amiga, y al otro lado: Rosa, Carmen, José, tú y yo.
Este, que no te olvida.Otros que se han puesto a andar, (...caminante, no hay camino...)
Maria José Moreno
Gustavo
Ardilla Roja
Gastón D. AvaleTésaloCassRosa DesastreLucio Anneo