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Sábados Literarios de Mercedes. El Viento

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"Es el viento que te habla, que acaricia tu corazón. Es el viento que te pesa, es el viento que soy yo” La voz de Nino sonaba limpia, cristalina, casi igual que aquel día en el que se conocieron, pero era Ella, la que no oía con claridad, las lágrimas y los sollozos le impedían vincular la melodía con todos y cada uno de los detalles de aquel primer encuentro, aquella primera vez sobre la que construyeron un futuro para compartir. “Si no estoy junto a ti, pero crees sentir que acarician tus manos, si no estoy junto a ti, pero crees sentir que alguien besa tus labios...” El mismo viento del que le hablaba la canción, tomaba fuerza en la calle, a partir de ese momento, el viento, tendría un significado diferente, ya no habrían mas brisas acariciando su piel, mas Gregales, mas Ponientes, ni Levantes, ni Tramontanas, todos ellos y más, se habían conjurado en contra de ella, condenando un porvenir que empezaba a llenarse de tristeza. “...si tu escuchas mi voz, mis palabras de amor y no

Sábados Literarios de Mercedes. ¿Y quién se comió al gato?

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Doña Remigia, nadaba en la abundancia, se podría decir que nació de afortunada cuna y creció al amparo de las muchas rentas heredadas. La vida, también le dejó ser tía de muchos sobrinos, con tiempo y en turno, había puesto secretamente a prueba a todos y cada uno de ellos y el resultado había sido inquietantemente sospechoso. Es fácil ser sobrino de tía adinerada, sólo tienes que fingir y esperar, pero la “Doña” era mas lista que todo el colectivo familiar unido. Los recelos aumentaron con la presencia de “Cat” un mayordomo cincuentón, que se hizo cargo de los cuidados de la venerable sexagenaria. Cat, se incorporó al servicio, por prescripción facultativa (yo, diría mejor, por exigencias del guión) y su compañía fue positivamente valorada por Doña Remigia, aquel mocetón normando, apareció caído del cielo en la residencia parisina de la anciana, su franqueza, su fidelidad, sus movimientos seguros y felinos, su inalterable condición física para acompañar sin límites y su temple y auto

...Una de Tapas

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Cuenta la leyenda que Alfonso X “El Sabio” obligado por una dolencia a consumir pequeños bocados entre horas, hizo de esta necesidad una práctica obligada entre comidas. Aunque parece más cierta, aquella otra que la sitúa en la Edad Media y consistía en proteger de los insectos los vasos y jarras de vino con rodajas de pan o embutido y al final la gente se comía la “tapa”. Una tercera (y aquí lo dejamos estar) coloca a un descendiente del Rey Sabio, a Alfonso XIII , en el Ventorrillo del Chato en Cádiz delante de una copa de jerez, en el momento que una corriente de aire amenaza con llenarla de arena de la playa, el camarero corrió a tapar el catavinos con una loncha de jamón, disculpándose y explicando que “tapaba” el vino para que este no se estropease con la arena, el Monarca disfrutó con la idea y pidió repetir, con la “tapa” puesta. En definitiva de lo que se trata es de engañar el hambre hasta la hora de la comida principal. La oferta de Tapas es muy extensa y variada, des