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París, bien vale una misa.

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Paseaba por el “Pont de L’alma" , -pasear, por los puentes que son abrazados a su paso por el Sena, es entender a nivel del agua la historia y percibir los diferentes paisajes que han configurado esta maravillosa Ciudad-  y reparé con sorpresa en la total inexistencia de los recuerdos con los que habitualmente los paseantes homenajeaban a “Lady Di” y que cubrían el contorno de la réplica de la antorcha de la Libertad que existe al principio del puente, el Ayuntamiento ha decidido cortar de raíz estas manifestaciones de cariño que le dedicaban a la Princesa de Gales, ahora la base del monumento está llena de incontables y sucios restos de cinta adhesiva ¿penoso no?. Se oyen sirenas, en París siempre se oyen sirenas. El “Pont Neuf”,  que paradójicamente es el más antiguo de París, es sólido, contundente, a la vez que íntimo y sensual, quizás uno de los de “ojos” laterales de ribera transitable más largos y profundos, París entero pasea por ellos, 100 m2. de sombra qu

Ls tres traviatas

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Violetta vestida de noche, deslumbrante entre las luces de esta Navidad pasada: la fiesta del primer acto de La traviata , una ópera sobre la vida y muerte de una mujer que encarna la condición generosa de media humanidad, podría hoy celebrarse en cualquier principal ribereño del río de oro que es el nuevo paseo de Gràcia. A ellos dedico mis tres recomendaciones de hoy, Tres Traviatas inolvidables, protagonizadas por tres mujeres fascinantes en sendas tomas en directo -dejo de lado las grabaciones en estudio-. Puede que haya errado en mi elección y me convierta en el blanco de su renovado enfado, pero, siempre malévolo, sé de sobras que los más listos y sensibles de entre ellos se rendirán tras ver y oír el milagro de Verdi . Vamos con la primera. Cada década tiene su Traviata . La de ésta, que ya va mediada, probablemente será una que se puso en escena en Salzburgo hace unos veranos y que exhibe, ejemplar, la gran ilusión de una cultura cosmopolita y levemente frat

Acordes de Boda para Carol y Jacobo

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Los primeros acordes de “Where the streets have no name” empezaron a sonar, todavía silenciados por los murmullos de los más de 300 invitados, que recién ubicados en sus mesas, prestaban atención a las presentaciones y reconocimiento de los comensales próximos a ellos. Las primeras notas de la guitarra de The Edge se fundieron en un ritmo trepidante al tiempo que aumentaba el volumen en el Salón, la música se hizo evidente, el frenético y pautado compas asaltó a los comensales que perplejos, buscaban el próximo desenkace y la vez se apagaron las luces del enorme comedor, circunstancia que fue recibida con exclamaciones de sorpresa y expectación. El volumen siguió aumentando, identificada la canción y contagiados por el singular ritmo, la totalidad de los asistentes miraba de un lado para otro esperando una acción que justificara semejante provocación musical. En ese momento y a la vez que irrumpiera la batería de Larry aumentando el ritmo hasta un limite que ya p