Cuentos de andar por casa: Queridos hijos.
Queridos hijos:
Por fin me decido a escribiros.
Hasta ahora los ánimos
no me han acompañado y mi cabeza ha estado perdida, intentando, sin
conseguirlo, una explicación que ordenase mis ideas y una explicación que
justificase mi comportamiento. Sé que mi estancia aquí no va a ser prolongada,
pero un solo día entre estos muros es una prueba demasiado dura para no
abandonar en el intento.
A las 10:00 de cada mañana abren las puertas del patio,
es el único momento en el que mi ansiedad se disipa y me alío con los colores
del cielo abierto. Busco el movimiento de las nubes hasta que desaparecen en el
horizonte, saltando libres, las paredes de grueso hormigón, que por el lado
opuesto, —el que no veo— tienen el color de la libertad.
Aquí, en este solar descubierto, la fiel espera se
consume entre impaciencias y la soledad se disipa entre esta multitud que es
más soledad todavía. Cuando cae la noche y con ella el silencio, todo queda a
punto para el arrepentimiento, pero un ejército de yo solo, se revela y
renueva mis convicciones. Tal vez os preocupe lo que voy a deciros, pero lo
volvería a hacer…
¡Volvería a robar en el supermercado!
Vuestro padre que os quiere.
Hoy Alfredo este cuento es tal vez de presagios que pueden avecinarse, ojalá solo sea un cuento.
ResponderEliminarComo siempre gracias por escribirlo .
Un abrazo y muy feliz tarde.
Hola, Campirela, tal y cómo está el mundo podría valer para cualquier momento, incluso para cuando pase esto. Gracias por comentar. Un abrazo muy fuerte.
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