Sábados Literarios de Mercedes. ¿Y quién se comió al gato?
Doña Remigia, nadaba en la abundancia, se podría decir que nació de afortunada cuna y creció al amparo de las muchas rentas heredadas. La vida, también le dejó ser tía de muchos sobrinos, con tiempo y en turno, había puesto secretamente a prueba a todos y cada uno de ellos y el resultado había sido inquietantemente sospechoso. Es fácil ser sobrino de tía adinerada, sólo tienes que fingir y esperar, pero la “Doña” era mas lista que todo el colectivo familiar unido. Los recelos aumentaron con la presencia de “Cat” un mayordomo cincuentón, que se hizo cargo de los cuidados de la venerable sexagenaria. Cat, se incorporó al servicio, por prescripción facultativa (yo, diría mejor, por exigencias del guión) y su compañía fue positivamente valorada por Doña Remigia, aquel mocetón normando, apareció caído del cielo en la residencia parisina de la anciana, su franqueza, su fidelidad, sus movimientos seguros y felinos, su inalterable condición física para acompañar sin límites y su temple y auto