Este jueves, relato: Miedos infantiles.
Está arriba del armario. Se asoma detrás de una vieja maleta de esas de cartón-tela con rayas marrones. Es grande, feo, gris, oscuro..., muy oscuro. Se confunde con la negrura de la noche y su sombra se pasea acompañando el reflejo que, cada vez que pasa un coche por la calle, su destello ilumina la pared frontal. Tiene que ser malo, con esa pinta y escondido, no augura nada bueno. Desaparece cuando enciendo la luz, obvio, no quiere delatarse. Eso me obliga a dormir, cada noche y desde niño, con la luz encendida. Sigue allí en lo alto, escondido tras la maleta. Lo adivino, lo intuyo. A oscuras, situación que trato de evitar a toda costa, huele a rancio, a viejo, a podrido. Hoy con 68 años sigo durmiendo con la luz encendida, porque cuando la apago su sombra sale de detrás de la vieja maleta y su olor es insoportable. Más de miedos infantiles en el Blog de Charo