Este jueves, relato: Internet
Vivimos de la imaginación. Vivimos en un inmenso archivo de medias verdades y el contacto con la realidad no sólo nos decepciona, también nos paraliza. Nuestra sensibilidad se ve reducida a un ligero paquete de emociones que filtramos a golpes de ficción, e Internet es el Olimpo de ella. Esta realidad irreal se produce como algunos acontecimientos espaciales a partir de unas extrañas e inusuales coincidencias naturales; casi tan rápida como un atardecer, como una conexión a ciegas, como un bautismo internauta: «Mi nombre es I.P. 134.32.106.42, es lo único de verdad que exteriorizo. Las máquinas no se equivocan y esta identidad es la única real que manifiesto y no la puedo obviar. El nombre de mi blog, mi contraseña, mi perfil, mi foto, mis intereses, mi edad, mi signo zodiacal o el chino, son los que son, pero podrían ser otros bien diferentes. Un día se cruzó en mi camino internáutico el I.P. 23.127.89.33 y me dejó un comentario: "Hola, soy Altea, llego a ti a travé