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Mostrando entradas de 2022

Cuento de Navidad

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               24 de diciembre. En el Centro Comercial busco la sec­ción de música, suena mi móvil… un cliente: —Necesito el proyecto… ¡Mañana! Alterado llego al mostrador de ópera, no recuerdo…, ¡ah, sí! La Traviata de Salzburg. —Lo siento, pero acabo de vender la última. En la calle, tropiezo con un indigente: —Dame para un café. En mi bolsillo, reco­nozco una moneda de 2 euros, no quiero, delante de él, sacarlas todas y elegir la de menor valor. Suena el móvil, es el banco: —¡Tienes la cuenta «en rojo»! Intento re­lajarme. De nuevo el móvil. —Ha llamado la imprenta, las fotos no sirven. Sigo sin regalos. Paciencia. En la puerta de la librería, una gitana insiste en leerme el futuro: —Por «unas moneas» te leo la mano. El libro no ha llegado. —Don Tomás, esta mañana necesito ausentarme; el carpintero quiere cobrar; su mujer, que no olvide lo de la tintorería; Ramírez no ha hecho la transferencia. Desesperado llego a casa y… —Señor, estoy en el pa

Catatonia robótica

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«Tranquilo, tengo en mis manos tus sueños de esta noche y te aseguro que son inspiradores y reconfortantes. ¡Por fin algo me distancia de la muerte! Te cuento...» Había nacido para no ser nadie ni nada. Las diferentes etiquetas con las que el tiempo iba a ilustrar mi cuerpo dejaban bien clara mi identidad: Androide, robot, asesino, autómata, muñeco, extraterrestre, cósmico, ángel, demonio... Todas ellas se superponían unas a otras como las capas de una cebolla, y todas, y cada una, me mentían como imágenes deformadas en un espejo convexo —o cóncavo que, para los efectos, es lo mismo—. Con el tiempo —tiempo, que no medía ni sentía— y, como proyecto 4.0 por rastrojo, fui portador de los más variados menesteres. Olía a aceite, a circuito, a memoria, a quemado, a ausencia, a oscuro, olía a rancio el día que, sin saber lo que era, perdí la fe, también la esperanza. Compartí anaquel con otros de igual ruido, color, tamaño y abandono. En horizontal, descansando sobre la mesa de acero inoxid
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Voces y voceros. Abrieron la boca y gritaron, y su grito movilizó. Abrieron la boca y sentenciaron, y su sentencia se perpetuó. Abrieron la boca y escupieron, y su descaro escandalizó. Abrieron la boca y regalaron, y su desenfado se convirtió en carcajada.  “Por orden del señor alcalde se hace saber... que el Ayuntamiento ha decidido conceder derechos a los animales...” (Pregonero de Torrecilla del Rebollar, Teruel)   “Si los españoles habláramos sólo y exclusivamente de lo que sabemos, se produciría un gran silencio que nos permitiría pensar” (Manuel Azaña)   “La parte contratante de la primera parte será considerada como la parte contratante de la primera parte...” (Groucho Marx. Una noche en la ópera )   "La desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas." (Karl Marx. El Capital )   “The answer, my friend, is blowin' in the wind. The answer is blowin' in the wind” (Bob Dylan, La

A propósito de «Peinar el viento» por Alicia García-Herrera

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  Peinar el viento por Alicia García-Herrera Peinar el viento es la metáfora del recorrido de Silvia hacia Ander. Una tarea tan difícil como tejer una camisa de batista sin costuras ni trabajo de agujas. Aquella petición que el amante hace a su amada en la famosa canción de Simon & Garfunkel,  Scarborough Fair .  La historia comienza con la visita de la protagonista a San Sebastián. El devenir de los hechos la obliga a ayudar a su abuelo con asuntos ligados a su testamento. Silvia no es consciente de que su regreso desencadenará la tragedia de los suyos y también la propia, ni tampoco sospechará que, a partir de ese momento, en ella el dolor se verá obligado a convivir con la pasión. Las esculturas de Chillida se convierten en la imagen del alma de Silvia, el hierro incrustado en la roca como la lanza en la carne. El mar, confidente y amigo, es en la obra de Alfredo un personaje más y la invita a tomar elecciones que desafían algunas de nuestras creencias acerca del amor románti

A propósito de Peinar el viento, por Antonio Andújar

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  A propósito de «Peinar el viento», por Antonio Andújar Castro  Sinopsis: El escultor Eduardo Chillida hizo que el viento, en San Sebastián, entrara a la costa peinado con agujas de acero. En esta novela de Alfredo Cot González, Silvia peina el viento para doña Teresa, para su abuelo Koldo y para su prometido Ander. Lo que parece una insondable labor acaba por envolvernos en una historia cautivadora. Narrativa contemporánea llena de verdad y vida.   Opinión personal: Como podía vaticinarse, el escritor valenciano Alfredo Cot vuelve a sorprenderme, en esta ocasión, con su sexta novela. Ya lo hizo con las anteriores, adentrándonos en aquellos maravillosos relatos con nombres de flor o las fantásticas historias desprendidas del interior de un mítico mercado de ciudad, pasando por bulevares vivos e infinitos, durante decenas de días otoñales. Y digo que me sorprende porque ninguna tiene que ver con la anterior, y esto ha ocurrido con Peinar el viento . La novela nos cuenta la

A propósito de... «Peinar el viento» por Andrés Amat Gomar

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  A propósito de «Peinar el viento». Terminada la lectura de "Peinar el viento". Aprobado, casi notable (no te digo notable, casi notable alto, para que sigas recordando que eres mortal). En el comentario anterior ya te hablé de la mejora encontrada respecto a las preguntas ¿quién, cuándo y dónde? Faltaba el veredicto, digamos mejor el dictamen, pues lo de veredicto suena demasiado a sentencia judicial, sobre ¿por qué? Te refresco la memoria, a este respecto, con lo dicho en mi análisis de las galeradas: "En cuanto a de qué va la novela, me ha dejado con la impresión de que ni mar ni montaña, ni carne ni pescado. ¿Género negro? No. Según las reglas del género, el muerto o los muertos, eso dicen (tampoco hay que tomarlo al pie de la letra), han de ir al principio, y aquí aparecen a media novela. ¿Novela de relaciones sentimentales, en la línea de Cien días de otoño? Por ahí, por ahí, pero no del todo. No sé, veo un batiburrillo donde no queda del todo claro de qué se pret