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Mostrando entradas de mayo, 2021

¡Brujas!

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  Brujas Queridas Jane, Sukie y Alexandra: Mucho me alegraré de que al recibo de esta os encontréis bien, yo por aquí bien   G. A. S. (Gracias A Satán) Esta carta es una humilde, pero necesaria petición de ayuda. Las cosas por esta vieja Europa no van bien... la pandemia, ya sabéis. La prima de riesgo ha devaluado ungüentos y pócimas y todo a perdido eficacia para nuestros conjuros. El otro día, sin ir más lejos, receté una mezcla de belladona, mandrágora y ala de mariposa para garantizar el nacimiento de la niña que completaría una “parejita”. La futura mamá me ha denunciado porque tiene quintillizos. La cicuta y los tóxicos están por las nubes, y ya no se puede envenenar a nadie como es debido. El broncista que me hacía los calderos de cobre ha cerrado y con la Tupperware ,   como podéis suponer, no es lo mismo. Los filtros amorosos escasean, bueno... los filtros propiamente dichos no, porque siempre nos quedan los calcetines. ¿Y el amor? ¡Ay el amor! Si os dijera que

Este jueves, relato: La

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  Entre estas cuatro Paredes. Un día, de repente, me di cuenta de que estaba sola; sola y quieta como una roca. Mi espacio vital se limitó a cuatro paredes. Caminaba por el pasillo de mi casa creyendo que ese era el único viaje en el que me sentía acompañada. Buscaba en cada rincón, en cada esquina, en cada ventana la compañía perdida; una minúscula alegría que llevarme al pecho en ese oscuro confinamiento. Miraba, tras detenerme unos segundos, los cuadros colgados en la pared. Cada uno de ellos me llevaba a un lugar y un tiempo diferente, pero todos, a la vez, a la misma persona… a él, a Ramón. El primero, el que está frente a la puerta de entrada, un bodegón con unas piezas de fruta desparramadas por la mesa sobre un mantel arrugado (este nos lo regaló el pintor el día de nuestra boda). El segundo, frente a la puerta del baño (un grabado que compramos en un viaje a Lucca). La acuarela del dormitorio, mi desnudo, sin firmar (regalo de Ramón un Día de san Valentín). Hoy, en pleno a

Este jueves, relato: De Pícnic

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  De pícnic No ha sido un buen año. Largo e inquietante, incómodo y austero, triste y nostálgico. Menos mal que a última hora —un año después— han llegado los levantamientos de restricciones y, de pronto, la euforia alimenta los proyectos; la vacuna las decisiones, la prisa se adueña de nuestro tiempo y lugar. Un año después retorna —o lo parece— todo a su sitio. Las caras agrias y lechosas se vuelven dulces y sonrosadas. La mirada, que extraviada no encontraba el mar, se llena de azules y verdes. Los músculos, entumecidos y vagos, recuperan la elasticidad al agacharse y volverse a agachar: la ropa, seria, impoluta y arrugada —cuando no, el pijama—, hace cola en la tabla de la plancha; las visitas a los vecinos, hasta el momento distantes, se multiplican. Ha llegado la hora del Pícnic Lo tengo todo preparado: la mochila con un par de libros, la nevera portátil con los sándwiches de jamón y queso y un par de cervezas, la mantita por si refresca y el spray para las hormigas. Estamo