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Este jueves, relato: La

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  Entre estas cuatro Paredes. Un día, de repente, me di cuenta de que estaba sola; sola y quieta como una roca. Mi espacio vital se limitó a cuatro paredes. Caminaba por el pasillo de mi casa creyendo que ese era el único viaje en el que me sentía acompañada. Buscaba en cada rincón, en cada esquina, en cada ventana la compañía perdida; una minúscula alegría que llevarme al pecho en ese oscuro confinamiento. Miraba, tras detenerme unos segundos, los cuadros colgados en la pared. Cada uno de ellos me llevaba a un lugar y un tiempo diferente, pero todos, a la vez, a la misma persona… a él, a Ramón. El primero, el que está frente a la puerta de entrada, un bodegón con unas piezas de fruta desparramadas por la mesa sobre un mantel arrugado (este nos lo regaló el pintor el día de nuestra boda). El segundo, frente a la puerta del baño (un grabado que compramos en un viaje a Lucca). La acuarela del dormitorio, mi desnudo, sin firmar (regalo de Ramón un Día de san Valentín). Hoy, en pleno a

Este jueves, relato: De Pícnic

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  De pícnic No ha sido un buen año. Largo e inquietante, incómodo y austero, triste y nostálgico. Menos mal que a última hora —un año después— han llegado los levantamientos de restricciones y, de pronto, la euforia alimenta los proyectos; la vacuna las decisiones, la prisa se adueña de nuestro tiempo y lugar. Un año después retorna —o lo parece— todo a su sitio. Las caras agrias y lechosas se vuelven dulces y sonrosadas. La mirada, que extraviada no encontraba el mar, se llena de azules y verdes. Los músculos, entumecidos y vagos, recuperan la elasticidad al agacharse y volverse a agachar: la ropa, seria, impoluta y arrugada —cuando no, el pijama—, hace cola en la tabla de la plancha; las visitas a los vecinos, hasta el momento distantes, se multiplican. Ha llegado la hora del Pícnic Lo tengo todo preparado: la mochila con un par de libros, la nevera portátil con los sándwiches de jamón y queso y un par de cervezas, la mantita por si refresca y el spray para las hormigas. Estamo

Este jueves, relato: De carnavales y demás fiestas

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    Nueva Orleans, 2120.   Me di cuenta que seguía mirando como un tonto los restos de lo que un día fue el centro del Mardi Gras. Me agarraba al respaldo del banco esperando decidir cruzar la calle Canal y asomarme a fastuoso río Misisipí. Era viernes noche, podía imaginar el enorme y satírico desfile de Krewe D'Etat. También los de Endymion y Bacchus a los que, puntualmente, asistían actores de cine, cantantes y otra gente famosa que iba a bordo de las decenas de carrozas que formaban parte de la fiesta. Me vi en un ruinoso y corroído espejo de envejecidas manchas ocres y me descubrí cansado. Sin duda era yo, y mis ojos y mi pelo y mi tristeza; y el color de mi piel era el de siempre. Sin embargo, en el deteriorado espejo, detrás de mí, se relejaban imágenes de fiesta: músicos callejeros, carrozas engalanadas, bellas mujeres embadurnadas con confetis y serpentinas luciendo desnudos y dorados pechos; y musculosos hombres disfrazados con máscaras y todo tipo de ropajes. Incluso mi

Este jueves, relato: Una Nochevieja diferente.

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31 de diciembre de 2020 La habitación era oscura y fría. Un soplo tímido de luz se colaba por aquel enrejado ventanuco cuya única hoja no abría desde hacía años. Nunca, en la cena de Nochevieja, había estado tan solo. Su irreversible estancia en ese cruel entorno jamás le había deparado una noche tan triste e interminable.   Empezó con un viejísimo amontillado de Pedro Ximénez con el que acompañó un salteado agridulce de frutos secos. A continuación le sirvieron unas delicias de morcilla de Burgos con habitas que regó con un potente Pago de Carrovejas —viejo conocido de los barros de Peñafiel—. Siempre le llamó la atención el maridaje que habían impuesto las modas en la restauración, del que nunca había sido partidario; pensó que ahora el ceremonial lo requería. Giró la copa, que movió en círculo viendo como el rojizo caldo se paseaba por el interior del cristal. Buscó, iluso, con la mirada perdida, un cómplice con el que brindar. La Dorada a la sal, fue su tercera elección, guarne

Este jueves, relato: Historias olvidadas

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                                                                                                                            Tésalo (Luis Arias) En el prólogo del libro «Este jueves, relato, I» —Ejercicio narrativo que fija en fecha y papel las inquietudes de nuestro grupo—, su creador Luis Arias, más conocido por Tésalo, en un alarde de abstracción reflexiva, subrayaba estas pequeñas joyas: «Una convocatoria es un abrazo, por lo tanto no hay lugar en ellas a imposición alguna». «La vocación, ¡por fin!... ella es la clave». «He sido de ti, como has sido de mí a lo largo de estos años, nos hemos hecho uno y otro cada jueves». Casi diez años después, nuestros blogs siguen escupiendo convocatorias y respuestas en un bucle que no parece tener fin. Desde mi blog, en esta ocasión, me tomo la licencia de lanzar al aire este «Recuerdo juevero»,   homenaje al padre de la criatura: «Querido Tésalo, este jueves próximo podría ser más o menos el que hace 440. Mucha batería se ha consumido

Este jueves, relato: Relojes

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  Apunta el día cuando salgo del hotel. Las calles aún están vacías. Mi primer objetivo es comprar un reloj en el centro Apple de la Quinta Avenida. Una hora más tarde, después de traspasar datos, configurar y agendar contactos, comienza mi aventura por la ciudad más frenética del mundo: «Ride the Wave» —«Cabalgar en la cresta de la Ola»—.   Estreno reloj, un Apple Watch Nike de color gris mar revuelto. Una y otra vez me pregunto cuánto de verdad tendrán las excelencias que el empleado ha argumentado en su venta. 9:00h. La alarma me avisa con una agradable vibración en mi muñeca mientras suena Cecilia Krull dibujando en el fondo de la minúscula pantalla un bello y endiablado cielo rojo. La sugerencia digital empieza con una visita a la primera planta del Time Warner Center, la diminuta pantalla confirma una reserva para un completo desayuno en Dean & DeLuca. A la salida paga Apple, o al menos lo parece. 10:30h. Con la manga de mi camisa escondiendo —a propósito— el recién

Este jueves, relato: Objetos

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Objetos. Costura. El local, en principio pequeño, estaba atestado de artículos delicados ordenados en estantes y pequeñas cajas transparentes que dejaban entrever todo tipo de carretes de hilo, cintas de medir, botones, blondas y un sinfín de productos de pasamanería Ella, mientras hablaba, seguía cosiendo, pespunte tras pespunte, hilván tras hilván. Los ojos perseguían la aguja haciéndola coincidir con la tela, primero, y después con la superficie metálica del dedal. Una y otra vez enhebraba la aguja llevándose el hilo a la boca donde lo cortaba con los dientes. Por la noche, solía hacer los encargos de la modista del centro. Eran los momentos de mayor paz y concentración. El silencio de la noche era inspirador, y yo, al fin y a la postre, acabaría durmiendo en unos minutos. Los encargos de la señorita Julia le permitían adentrarse en un universo de lujo; con esas prendas entre sus manos podía soñar, y la noche, para esos sueños, era lo mejor. Con frecuencia me preguntaba qu

Este jueves, relato: Mudanzas

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Primero fue la mudanza. Que si esto no porque esta viejo y esto tampoco porque es de tu madre y esto menos todavía porque está pasado de moda y aquello ni se te ocurra porque a saber cómo ha llegado hasta aquí y esto otro ni pensarlo porque… ¡La mudanza! ¿Qué mudanza?, si la mitad de mis cosas se quedaban perdidas, olvidadas, dilapidadas e irrecuperables para siempre. De esa mudanza o lo que es lo mismo: alevoso atentado o irrespetuoso abuso o irreverente expolio solo quedó el derecho al pataleo más infantil e indefenso que os podáis imaginar. Todo lo suyo cupo, ordenado, en el espacioso contenedor del inmenso camión y lo mío, desordenado, en el irregular y minúsculo capó del coche. Segundo fueron las obras en la nueva casa. Había costado poco y pensamos que, con algo más de inversión, nosotros mismos podríamos restaurarla. Sólo había que sanear algunos tabiques, actualizar la fontanería, barnizar las puertas y ventanas, y que con una mano de pintura, quedaría como nueva —o

Este jueves, relato: Cuentos de botica, boticarios y demás sanitarios.

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Hoy he estado en el hospital; ese al que acudimos muy a pesar nuestro acompañando a alguno de nuestros hijos con una brecha en la cabeza o siendo acompañados por alguno de ellos porque se nos ha disparado la tensión; ese en el que esperas de pie horas y horas hasta que pillas una silla donde pasar más horas y horas esperando con ansiedad creciente un estridente altavoz que me señale con el dedo diciéndome: «¡AC327, pase por la consulta 22!»; ese en el que sabes a qué hora entras, pero no a qué hora saldrás: Expedientado, visitado, radiografiado, diagnosticado, medicado y recetado en menos de quince minutos —Que podrían haber sido menos, si las enfermeras hubiesen dejado los detalles de la próxima boda de la Presley para otro día—.   Sin embargo y en otro orden de cosas no es tan mala la soledad del paciente visitador de Hospital cuando las cosas suceden en silencio apacible, con celeridad y eficacia y sobre todo cuando te aseguran que lo tuyo, no es un desplazamiento de la prót

Este jueves, relato: Dime de qué película hablo. Participantes

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Participantes: C A m P I R E L a A l B a D A D o S T r a c y M a ğ a D e Q a M a R M o l í C A ny e r N e o G é m I N i s M A r D e M i u R g o D o r O T e a M A r A L f r e D o Hola, amigos jueveros.  Este próximo jueves, 14 de mayo, vamos a escribir de cine, pero con algunas condiciones: Elegiremos una película que nos haya apasionado y, con esa misma pasión, relataremos detalles de la misma [nos ha hecho llorar, reír, sentir miedo, fe, fantasía, inspiración, rabia, envidia]. En ningún momento diremos el titulo ni los nombres de los protagonistas, staff incluido. Tampoco delataremos su título con fotografías [utilizad la que yo he subido]. Hablad de ella desde el corazón, con sentimientos [positivos o negativos]. Al comentar los relatos de terceros deberemos, por un lado, adivinar de qué película se trata y, por otro, valorar la imaginación narrativa utilizada para evidenciar con el mínimo de detalles posibles su título. Os pongo un ej

Este jueves, relato: Señales mal entendidas.

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Señales mal entendidas. ¡Me guiñó un ojo, el izquierdo! Había soñado y habría pagado por ello; por eso necesité morderme la lengua para confirmar una realidad que podría no serlo. Pero, era el izquierdo. ¿Tendría algún significado ese aparente e insignificante detalle? ¿Encerraría algún mensaje cifrado el hecho de que fuese ese y no el derecho? ¿Estaríamos hablando de amistad o, tal vez, de sexo? ¿Sería suficiente un mordisco en la lengua o quizás debería probar con el fuego de una cerilla en la palma de la mano? Superada la excitante, pero suicida, por exagerada, consecuencia de aquel gesto empecé a plantearme diversas opciones que allanasen tal cuestión: ¿Algún hecho olvidado que justificase ese detalle? ¿Un comportamiento perdido en el tiempo que no recordase? ¿Un atractivo manifiesto que hasta ese momento hubiese permanecido oculto? Por qué el guiño y por qué el izquierdo cuando hasta ese momento, Anna, ni me había dirigido la palabra ni me había sonreído ni había roz

Este jueves, relato: Propuesta alocada

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Acudió a su llamada y aceptó el reto . Se trataba pues de escribir y, de eso, Marta tenía alguna idea. Eligió el comienzo, la ilustración y se enfrentó al blanco de la pantalla. En pocos minutos había enlazado, más o menos, trescientas palabras. Una historia desarrollada con minuciosidad, con imaginación, con documentación y un poco de sal en el estilo. Publicó la entrada que acompañó con la foto correspondiente.  Buscó en etiquetas un genérico para facilitar su búsqueda y encontró uno adecuado, «Relatos»; y otro, «Los jueves, Relato» y un tercero más específico, «Retos». Marta mimaba sus textos; pequeñas obras de arte colgadas en las paredes de un museo intangible. Iluminadas con la sombra de una luna que le daba la espalda y expuestas hasta un amanecer que estaba por inventar. Tecleó Enter y publicó su historia. Dejó pasar la noche, que compartió entre sábanas consigo misma. A la mañana siguiente, con la taza de café en la mano, conectó su Mac y abrió su página: www.

Este jueves, relato: Vamos de entierro.

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Macareno es el tonto del pueblo. Todos le ríen las gracias y se divierten con sus chirigotas estrafalarias. Inocente e inofensivo es objeto de burlas humillantes que él, impasible, carga a sus espaldas con paciencia y fría estoicidad. La noche del 31 de octubre, el ritual de su transformación empieza con un baño de sangre de pollos del corral. Una vez al año cambia su desternillante y ridícula personalidad por otra en la que despiertan sus más perversas y crueles inclinaciones. Embadurna su cara de rojo que, al paso de las horas, resecan su piel cuarteando la tersa superficie. Su rostro maquillado en exceso acentúa unas facciones que se confunden con las máscaras del resto de los vecinos celebrantes dejándolo en un total y asumido anonimato. Todo luce bien en esa macabra y escalofriante fiesta. La oscuridad de esa noche confunde su interior enfermizo y vengativo con los eventuales disfraces de los demás y… ¡todos parecen lo mismo! El alma podrida de Macareno suda encharcando s

Este jueves, relato: Un personaje, un lugar, un conflicto.

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Hospital Nuestra Señora Redentora Carta a la Directora. Muy Sra. Nuestra: Sirva la presente para comunicarle que no nos espere esta noche, Mariana y yo nos hemos fugado. Hemos saltado la tapia, justo en la esquina donde coinciden los muros de mampostería y el seto de hiedras.  Nuestro amor, era difícil mantenerlo en ese rancio hospital que usted gobierna con obsceno rigor y mente casposa. Su vigilancia desmedida y censura inexplicable nos lleva a tomar tal decisión que, aunque comprometida, es el estímulo que necesitamos.  De esas cuatro paredes solo recordaremos, Mariana y yo, el mágico momento de nuestro encuentro y nuestras primeras citas. Olvidaremos la obsesión arbitraria por parte de sus otras y mercenarias novicias a mantenernos separadas, el extravío intencionado de nuestras cartas y los falsos testimonios que nos atribuían por separado con el único fin de enfrentarnos. Una nueva vida nos espera lejos de envidias, rencores y podridas lecciones apostólicas, que

Este jueves, relato: Casa de vecinos.

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Mi casa de vecinos —también conocida como la «corrala» del Cristo de los Faroles—, es un submundo lleno de estímulos próximos, se podría decir que es un añadido al resto del universo con colores propios. Ambos parece que funcionan a pesar el uno del otro o al menos con actitud diferente aunque paralela. Pero sólo es una apreciación, pues el patio es receptor directo de los accidentes universales, y la primera y única víctima de los personales. En la corrala, uno, desarrolla su integración y decide o no, formar parte de un conglomerado de anónimos con nombre. Pero, por encima del nombre, el patio es honesto, espontáneo, abierto y solidario; como también es cruel, injusto, alevoso y distante. No hay que exigirle mucho, más bien dejarse llevar y no perder detalle. Al fin y al cabo durante cada día y de forma invariable te presenta escenas como estas:   «Juan Carlos, su cafelito, como cada día, tocadito de leche...»  «María José, hoy te he guardado estas manzanas, para el

Este jueves, relato: Je t'aime... moi non plus. (De mi novela Cien días de otoño)

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     Él ordenó la dirección al taxista. Ella prefirió ir andando. Necesitaba hacerse a la idea y vaciar su mente de prejuicios. Eso era lo que quería hacer, regalarse un sueño largamente deseado. Llegó antes. Sin embargo, nada más reservar, prefirió subir a la habitación para, en tan sólo unos segundos, ordenar sus cabellos y reforzar el rojo carmín de sus labios. De bajada, una última mirada en la luna del camarín, se vio perfecta. Acarició, llevando al sitio, los rizos de su media melena, negra y brillante como sus labios rojos recién pintados. Sintió de nuevo aquellas mariposas que hacía tiempo habían dejado de correr por su estómago. Lo vio entrar, cruzar la puerta y dirigir la mirada en un rápido movimiento hacia el interior. Subieron a la habitación en un ascensor vacío, elevando juntos sus cuerpos sobre la punta de sus pies, como si eso acelerase la llegada a la planta quince. Apremiaron en la habitación los repentinos deseos de cerrar la puerta tras ellos, abrazados