27 de mayo. ¡FELIZ CUMPLEAÑOS!
Su disfraz preferido es una globalización de remiendos. Un poco de todo, él es así: Algo de este, algo de aquel y, ya que se puede, por qué no todos a la vez. La cara siempre tapada para despistar y para asustar, dejando ver un hilo de luz a través del antifaz, dibujando unos ojos que persisten en la batalla hasta la claudicación del enemigo. Su boca, oculta, vomita sentencias que son derecho de autor de terceros que en sus labios pierden todo dramatismo, pero ganan en ternura. Al cuello, el medallón sagrado. Un pañuelo de pájaros y un escapulario de origen desconocido. Rodea su cintura con bandoleras, bufandas y una cinta fruncidora de la cortina que dábamos por perdida. Es ahí, en la cintura, donde cuelgan las espadas de plexiglás, las pistolas de madera y un rallador de queso que ya no ralla. La capa del héroe, que sospechosamente parece un mantel recién planchado, cubre su trasero hasta arrastrar por el pasillo. Levanta la espada amenazadora y por arte de magia te co