Este jueves, relato. Déjà vu.
La lluvia me acompaña 24 horas al día, diluvia con intensidad. Las enormes e interminables gotas al chocar contra la tierra, emiten un ruido amenazante que te recuerda que estás a su merced, su insistencia y mi sumisión van de la mano. Asomado a la ventana de la habitación, no veo el momento de salir. 35 grados húmedos y mojados, son las lluvias largas en Tanzania. Cuántas horas, hasta que de por terminado el día y regrese de nuevo a esta jaula de oro con cretona inglesa en los muros y algodón indio en las ventanas. Extraño estas cuatro paredes, nunca serán mías. Me sobrecoge su proximidad y me asombra su lejanía. Sin embargo ahora, mientras espero, es todo lo que tengo, un refugio con mosquiteras, que bailan suaves al ritmo del run, run del ventilador. Mientras espero, me vence la monótona y persistente cadencia. Por un momento, despierto a la realidad y contesto a la señal de la recepción: -Gracias, bajo enseguida- Al cerrar la puerta, el golpe seco me recuerda