Este jueves, relato. "Los pies"

Los pies le olían a demonios. -¿Qué cómo huele un demonio? Mal, muy mal. Los hedores despedidos eran una traición despiadada. Una mezcla de calor sulfuroso y denso aroma mortal. Una muerte asfixiantemente lenta. Imposible huir, te seguía de cerca el insoportable olor amarillo verdoso. Se instalaba en la nariz y torturaba sin piedad. Las pocas veces que se lavaba, en un extraordinario alarde de pereza pasaba por alto esos extremos de su cuerpo. Acumulaba fragancias tan variopintas y dispares que sólo de recordarlo se pecaba con el pensamiento. Las moscas merodeaban como satélites, borrachas y empapadas en aguardiente de animal, cosacos en retirada, abrazadas a los cordones para no perder el paso. Y los pies, abandonados a su suerte, emanaban vapores insoportables que se acentuaban al marchar: "izquierda, derecha, izquierda, derecha, izquierda... media vuelta, ¡AR! Más pies sin lavar (y de los otros) entre las sábanas de Gustavo