Este jueves, relato: La Luna
La Luna, re-edición selenizada. Al joven Aristarco le perturbaba la noche, no entendía el cambio a ese gris oscuro, casi negro, tan diferente al de el día tan claro y luminoso al que se había acostumbrado y asumía como natural, no así la noche que suponía para él, (consumando curioso) un verdadero quebradero de cabeza. Repasaba diariamente el proceso de oscurecimiento al tiempo que se producía, en una secuencia casi exacta, e intrigado presenciaba el transito pausado que el estado de absoluta claridad daba paso irremediablemente a la más enigmática de las sombras. Ensimismado en estos devaneos astronómicos, le venció una vez más el cansancio y con él, un sueño reparador que más tarde y con la claridad del día le devolvería a sus cábalas de mago aficionado. Soñó con una dama, atractiva como no había conocido hasta entonces, rubia platino vestida de azabache y un rostro limpio y reflectante como el agua de los estanques de su natal Samos, envuelta en un halo de estrell