Sábados de Mercedes. ¡Bragas, cuatro euros!
La curva después de pasar la Gasolinera, siempre le sorprendía, no se acostumbraba a reducir la velocidad, la visibilidad era buena, sin embargo el peralte, por una extraña razón inclinaba el asfalto en contra de los confiados automovilistas.
No le gustaba conducir, pero ahora no tenía elección, solía hacerlo de madrugada, amaneciendo y además tenía que recordar cual era el destino en ese sábado de Diciembre, cada día un mercado diferente, en un pueblo diferente, pero el mismo tipo de gente de siempre.
Cristina Papiri, era bonaerense, vino a Valencia de joven y enamoró a Pepe, el batería de un grupo de Rock llamado Los Escorpiones.
Estos viajes no tenían nada que ver con aquellos de los conciertos por la Comunidad Valenciana, después de un largo pero cómodo viaje hasta el pueblo de turno, descansaba en primera fila o en una mesa cerca del escenario tomando alguna copa, mientras el Sr. Belmonte aporreaba las baquetas al mas puro estilo Ringo Star, sobre la tersa piel de los tambores de su batería recién estrenada.
Ahora, Cristina conducía un Mini con un remolque de ruedas que se transformaba en un puesto de mercado que ubicado en su plaza en alquiler, avanzaba toldos y mostradores por tres costados; en los dos laterales la ropa de niños y en el frente más grande, la de adultos, toda ella expuesta en rigurosos montoncitos por talla y modelo, que duraban en ese orden una sola envestida de los furibundos compradores de saldos o “chollos” como ella los solía llamar.
A la hora, los abiertos escaparates lucían un estado tan lamentable, que era imposible identificar una prenda de otra.
Daba lo mismo, siempre era igual, al principio, se obsesionó con el orden, no le gustaba discutir con los clientes y de vez en cuando con toda la paciencia del mundo reordenaba tallas y modelos, hasta la siguiente hora, en la que de nuevo, los tejanos de la 40 se mezclaban en amontonado desorden con las camisetas de la S.
La venta ambulante no era su sueño, las inclemencias del tiempo y un perfil de comprador agresivo siempre en busca de la oportunidad y el regateo, no era la relación más enriquecedora que en su nueva situación necesitaba, no lo lamentaba, pero en su soledad, maldecía aquella noche en un bar, después de un concierto, en el que a su enamorado “Ringo Belmonte” unos desalmados borrachos lo dejaron ciego de una paliza.
...“Señora, las bragas a 4 euros, ...el par”
Para Pepe y Cristina, donde quiera que estéis.
No le gustaba conducir, pero ahora no tenía elección, solía hacerlo de madrugada, amaneciendo y además tenía que recordar cual era el destino en ese sábado de Diciembre, cada día un mercado diferente, en un pueblo diferente, pero el mismo tipo de gente de siempre.
Cristina Papiri, era bonaerense, vino a Valencia de joven y enamoró a Pepe, el batería de un grupo de Rock llamado Los Escorpiones.
Estos viajes no tenían nada que ver con aquellos de los conciertos por la Comunidad Valenciana, después de un largo pero cómodo viaje hasta el pueblo de turno, descansaba en primera fila o en una mesa cerca del escenario tomando alguna copa, mientras el Sr. Belmonte aporreaba las baquetas al mas puro estilo Ringo Star, sobre la tersa piel de los tambores de su batería recién estrenada.
Ahora, Cristina conducía un Mini con un remolque de ruedas que se transformaba en un puesto de mercado que ubicado en su plaza en alquiler, avanzaba toldos y mostradores por tres costados; en los dos laterales la ropa de niños y en el frente más grande, la de adultos, toda ella expuesta en rigurosos montoncitos por talla y modelo, que duraban en ese orden una sola envestida de los furibundos compradores de saldos o “chollos” como ella los solía llamar.
A la hora, los abiertos escaparates lucían un estado tan lamentable, que era imposible identificar una prenda de otra.
Daba lo mismo, siempre era igual, al principio, se obsesionó con el orden, no le gustaba discutir con los clientes y de vez en cuando con toda la paciencia del mundo reordenaba tallas y modelos, hasta la siguiente hora, en la que de nuevo, los tejanos de la 40 se mezclaban en amontonado desorden con las camisetas de la S.
La venta ambulante no era su sueño, las inclemencias del tiempo y un perfil de comprador agresivo siempre en busca de la oportunidad y el regateo, no era la relación más enriquecedora que en su nueva situación necesitaba, no lo lamentaba, pero en su soledad, maldecía aquella noche en un bar, después de un concierto, en el que a su enamorado “Ringo Belmonte” unos desalmados borrachos lo dejaron ciego de una paliza.
...“Señora, las bragas a 4 euros, ...el par”
Para Pepe y Cristina, donde quiera que estéis.
Mas bragas, ¡perdón! mas relatos sobre vendedores ambulantes a lomos de la ballenita "Mimi"
Què fatalidad, se respita en todo ello, què sombrìo.
ResponderEliminarUn saludo,
Tèsalo.
Triste historia. Es real? Por la dedicatoria digo.
ResponderEliminarMe gustan las ferias pero no serviría para vender en un puesto, y menos en uno de ropa donde la gente arma semejantes revoltijos, no tendría ni un cliente, los espantaría ...
un abrazo
En el mundo de los vendedores callejeros deben surgir mil y una historias, de las tristes y de las alegres. El tema de este sábado da para mucho. No llegué a tiempo, estaba terminando mi última trilogía. Lástima..
ResponderEliminarun abrazo!
De un titulo, digamos...cotidiano, has hecho una gran historia, contada con elegancia, con detalle, con esmero. Como haces tu las historia.
ResponderEliminarLos Escorpions!!!! El final de la historia no lo conocia!!!!
Solo vemos la historia de los triunfadores, de los oropeles, pero cuántos se quedan en el camino!!!!
Enhorabuena por la historia.
Un bessito Rey.
Esta historia es real, (salvo algún detalle de composición)
ResponderEliminarPepe y Cristina ya no están juntos, ella, creo que marchó para el norte y Pepe, vende "cupones" de la ONCE en Valencia.
Si, Tésalo fatal y sombrío, pero despues de eso sólo queda VIVIR con toda la dignidad posible.
Any, yo tampoco serviría para ese trabajo, que me parece durísimo.
Neo, te hechamos de menos, la semana próxima...?
Luna, recordarás que era el grupo que acompañaba a Suco (Suco y los Escorpiones)
Un abrazo a todos.
bien se ajusta al dicho:la realidad supera la ficcion.
ResponderEliminarBuena historia Alfredo,esas de las que pasan y quedan.
abrazo fraterno
Consigues atraer la atención hasta el final y después de dar una trágica noticia me has arrancado una sonrisa como colofón.
ResponderEliminarMe lo he pasado bien, un posito de tristeza se ha quedado y una lección sobre la vida.
Te dejo un rayito de sol de estos mares Extremeños que salpican mi pupila.
Tal como dices "es real"... Tan real que subyace la tragedia de fondo. Me ha encantado la manera de encajar los aspectos, donde el alma se complace, con la realidad.
ResponderEliminarSeguro que en tu corazón sopla la brisa de todos los mares y algún halo de viento de montaña cuando baja hasta el valle. En algún momento su corazón tendrá necesidad de encontrar uno que tenga las brisas de los mares y vientos errabundos de montaña, en algún momento ese corazón encontrará el tuyo.
Un saludo.
Me ha encantado tu historia y mas cuando he sabido que era real. Trsite y real historia de vida
ResponderEliminarBesos
Hay un toque de amargura. A veces uno no se dedica a lo que quiere sino a lo que puede.
ResponderEliminarTriste pero bonito
Un abrazo
Triste historia, pero la necesidad hace muchas que hagamos cosas que jamas imaginamos.
ResponderEliminarMe gusto mucho tu relato.
Saludos.
veng0 de leer a m0n...mimi dicete que al final, zas, das le zarpaz0, buen0 es mi traducci0n de l0 que ella dice...y est0y de acuerd0 y m0n hace alg0 parecid0...el relat0 mas 0 men0s larg0 y zas, el zarpaz0...me gusta, y much0¡¡
ResponderEliminarsalud0s , alfred0.
Aunque triste una historia hermosa. No siempre se cumplen los sueños pero hay que continuar ambulante detrás dela felicidad.
ResponderEliminarUn abrazo.
También lo triste, tiene su poesía. Según como se cuenta, se la encuentra.
ResponderEliminarTú, siempre lo haces. No me sorprende lo bello de lo escrito, pero siempre lo agradezco, por lo que disfruto leyendote. un beso, mi querido amigo.
¿conoces el mercado de los sábados en Xaló?
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