Cuentos de andar por casa: El soldado Martínez


Conocí al soldado Martínez en la primera fase de la instrucción. De los primeros en llegar. Puntual. Confundido, ajeno a aquella experiencia que le había arrancado de su pueblo por primera vez. Saludó con un tímido movimiento de cabeza que correspondí sin demasiada trascendencia y me dije: «Dios mío, a este le falta poco para cagarse en los pantalones».
De mediana estatura, fibroso, tostado de brazos y cuello por el sol del mediodía, debió de intuir en mi gesto algo más que un saludo cortés e, instintivamente, se refugió en mi entorno espacial reclamando desde el fondo de sus ojos azules un pacto clandestino de ayuda y protección.
En esos momentos, el soldado Martínez no era dueño de nada y sin embargo dejaba traslucir una ternura de gran intensidad. Su falta de experiencia la compensaba con la belleza y obviedad del hombre que ha aprendido a vivir con el trigo, las viñas y los animales. Era así, sin proponérselo, pero yo sentí la necesidad de descubrirlo y apadrinar esa indefensión tan evidente... me gustaba.
Los altavoces del patio reclamaban la presencia de los nuevos reclutas llamándonos por orden alfabético: Alamar, Artiaga, Badenes, Borja, Castejón... Martínez, Marzal; en ese momento supe cómo se apellidaba y que por alguna razón el destino de las letras nos vinculaba al uno junto al otro. Al descargar nuestros petates en la misma litera cruzamos la mirada por enésima vez e intuí un rubor que era recíproco, me quedé con sus limpios y celestes ojos... nos gustamos. Fueron minutos interminables para desnudarse, para vestirse; minutos en los que nos sorprendimos curioseándonos con el rabillo del ojo; minutos de controlar las manos que suicidas buscaban el roce, el aliento, el calor.
  Era otro lugar, lejos de todo. Incorporándose a un colectivo en el que el tedio, la displicencia y la angustia, amenazaban el único activo que empezábamos a poseer: amarnos. Y ese deseo podría con los presagios de los tiempos adversos que estaban por venir.

                

Comentarios

  1. Me estoy haciendo adicta a tus cuentos de andar por casa, si el ayer me gusto este me gusta más o igual ajjaja ..que buena coleccion tienes ya ..Sin duda este tiene una ternura especial ..Gracias amigo ..hasta otro cuento .Abrazos.

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