Este jueves, relato: Señales mal entendidas.
Señales mal entendidas. ¡Me guiñó un ojo, el izquierdo! Había soñado y habría pagado por ello; por eso necesité morderme la lengua para confirmar una realidad que podría no serlo. Pero, era el izquierdo. ¿Tendría algún significado ese aparente e insignificante detalle? ¿Encerraría algún mensaje cifrado el hecho de que fuese ese y no el derecho? ¿Estaríamos hablando de amistad o, tal vez, de sexo? ¿Sería suficiente un mordisco en la lengua o quizás debería probar con el fuego de una cerilla en la palma de la mano? Superada la excitante, pero suicida, por exagerada, consecuencia de aquel gesto empecé a plantearme diversas opciones que allanasen tal cuestión: ¿Algún hecho olvidado que justificase ese detalle? ¿Un comportamiento perdido en el tiempo que no recordase? ¿Un atractivo manifiesto que hasta ese momento hubiese permanecido oculto? Por qué el guiño y por qué el izquierdo cuando hasta ese momento, Anna, ni me había dirigido la palabra ni me había sonreído ni había roz