Este jueves, relato: Plop, plop
Plop… plop. Creo —me atrevería a asegurar— que todos tenemos uno. Algunos, dos o tres. Mi plop… plop es un tic, tac… tic, tac . Mi tic, tac vela a mi lado; vive, reza, duerme, bosteza y hasta ronca conmigo. Es díscolo, trasgresor, inicuo. Se manifiesta caprichosamente con un secuencial y molesto orden. En un primer sueño, el más profundo, me descubre a un niño saltando un muro. Lo recuerdo a trozos , como fragmentado, sorteando charcos de agua embarrada, aupándose sin llegar hasta la cara superior de esa pared, cubierta de vidrios. Mi tic, tac me moja el cuerpo. Me confunde. ¿Ese niño…? Le intento ayudar pero sus piernas se escurren entre mis manos. Me fijo en sus ojos, no tiene. Después de dar vueltas en la cama, voy al baño, bebo agua, apago la luz y escondo de nuevo mi subconsciente bajo la almohada. Mi tic, tac me dibuja al niño indefenso, frágil, amenazado y le grito: «¡Salta! ¡Date prisa! ¡Te ayudo!» Mi grito, mudo, se apaga. A lo lejos, un Kalashnikov escupe