Calenturas de verano. [1] Otros agostos...
Otros agostos. «A ver... ¿lo llevo todo?» Me pregunto y me respondo: «L a crema solar, protección 9; el bañador de lunares amarillos; las chanclas a juego; las gafas de sol (graduadas, claro); el último de Posteguillo; mi nieto (y, sospecho, que sus padres); pastillas para los mosquitos; pastillas para la tensión; el MP4 con los Grandes Éxitos de Antonio Molina; la sombrilla de Coca Cola; el pijama a rayas, para la siesta; el balón de NIVEA (para ligar); el portátil; ¡Vale, vale... el portátil no! y mi mujer, ¡por Dios, que no se me olvide mi mujer! En fin, que no es un adiós, tan sólo un hasta luego. S acudo el pañuelo blanco, tamaño folio, para que resulte más cómodo el movimiento y, dejando flotar la sonrisa cómplice por lo que todavía me espera, dejo asomar media lágrima de afecto para todos aquellos sufridores en casa, que me siguen leyendo y que siempre encontrarán un banco a la sombra en esta querida plaza».