Este jueves, relato: "Supersticiones"
A Trececillo de la Torre se llegaba a través de carreteras secundarias; quedaban atrás
aldeas, ermitas y ruinas de un casi desaparecido castillo medieval del siglo
XIII. El pueblo te recibía con un paseo atiborrado de cipreses. -doscientos
trece- Una sola calle, la Mayor y después... nada.
Sus pocos habitantes, Ciento trece, eran
supersticiosos de las supersticiones, obstinados creyentes de la mala suerte y
confiados inocentes de buscar la adversidad.
Cuando se producía un nuevo alumbramiento ,
el más anciano se moría a propósito... el censo no se podía alterar. Trece
gatos negros que por alguna ancestral bendición, sus hembras, parían trece gatitos
negros. Las damas pintaban de rojo sangre sus labios frente a cristales rotos
en trece pedazos.
Trece segundos, no doce ni catorce...
¡TRECE! se utilizaban para cruzar la Plaza, subir a la torre o llenar los cubos
en cualquiera de las trece fuentes que abocan sus cristalinas aguas en el
pueblo.
Hasta las campanadas que se oyen cuando es
la una del mediodía o de la medianoche son Trece
Otra forma de supertición. complementando con rasgos obsesivos.
ResponderEliminarCualquiera se acerca a es pueblo jajaja. Me encanta el todo minimalista de tu terrorífico relato leído poseído de la superstición y leído en trece segundos, justo trece.
ResponderEliminarGracias por acompañarme. Un beso
Un pueblo digno de estar en los circuitos turísticos, jajajajajaja
ResponderEliminarBueno, igual hay que enfrentarse a las supersticiones de esta manera. Que el trece trae mala suerte, pues lo provocamos y nos compramos todos los números de loteria que acaben en 13. Bueno, en este caso el pueblo era supersticioso a todo lo que no tuviera trece,y es que, hay gente pa to.
ResponderEliminarMe gustó la originalidad de tu relato.
Un abrazo
jaja excelente relato Alfredo, me encantó! sobre todo el detalle de que los más viejos se empeñaban en morir cuando había un nuevo nacimiento para no alterar el número fatídico de habitantes!... ¡eso es determinación!
ResponderEliminar=D
Perfecta la dislocación...absolutamente imaginativo...muy bueno...y en su justa medida...redondo
ResponderEliminarUn abrazo
Pues me encantaría visitar Trececillo, porque, tal como lo cuentas, me encanta.
ResponderEliminarUn abrazo, amigo.
Muy buen texto Alfredo, descriptivo y llenito de matices para que el propio lector desarrolle.
ResponderEliminarEste pueblo habra que visitarlo, digo yo ¿no?.
Besos.
Pues debe ser un pueblo digno de visitar por 1013 razones, aunque, eso sí, si algún dìa lo hago, será en compañía de 12 amigos más. Ya sabes, por aquello del 12 + 1. Ocurrente e ingenioso relato sobre una de las supersticiones más extendida del mundo.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.