Esta plaza ubicada en el barrio de Gracia de Barcelona es un lugar nostálgico en el que a uno le gustaría que todas sus ilusiones se cumplieran. Tal vez, para compensar los desdichados avatares de sus dos entrañables protagonistas, el Quimet y la Colometa.
La niña de la foto, con su mirada asustada, más bien parece saber todo o mucho lo que le espera en este mundo cruel e injusto. ¿se llamará también inocencia ? Abrazos!
La forma de abrazar esa muñeca, unida a la fijeza de la mirada (algo fruncido el entrecejo) me parece indicar una mezcla de sentido de la posesión, indefensión y algo de enfado. Esa mezcla, y coincido con Verónica, nos viene a decir que al menos parte de esa inocencia la ha abandonado. Pero es cierto que el alma de un niño es el hábitat natural de la inocencia. Un fuerte abrazo.
Una foto preciosa.
ResponderEliminarLástima que a medida que vamos creciendo esa inocencia nos abandona o se destruye. Debería permanecer siempre!
Un abrazo.
(La inocencia permanece, ¿acaso no votamos pensando que nuestro candidato es el hada que cumplirá nuestros deseos?)
EliminarNo lo creo, la inocencia de esa mirada es única. Ojalá la conserve siempre.
ResponderEliminarUn abrazo.
Acabo de escribirlo, la única inocencia de este mundo está en los niños.
ResponderEliminary tiene carita enojada!
ResponderEliminar=)
Hermosa foto y retrata la inocencia al cien porciento. Besos!!
ResponderEliminarSin duda, nada más inocente que la mirada y manitos de un niño.
ResponderEliminarCariños...
La niña de la foto, con su mirada asustada, más bien parece saber todo o mucho lo que le espera en este mundo cruel e injusto. ¿se llamará también inocencia ?
ResponderEliminarAbrazos!
Otros niños, en ellos está la inocencia.
ResponderEliminarbesos
Cierto, el niño es el principal representante de la inocencia
ResponderEliminarLos niños guardan en su interior la llave de la inocencia.
ResponderEliminarBesos
Sus ojitos y expresión me muestran que ya le han arrebatado parte de su inocencia...
ResponderEliminarUn beso.
La forma de abrazar esa muñeca, unida a la fijeza de la mirada (algo fruncido el entrecejo) me parece indicar una mezcla de sentido de la posesión, indefensión y algo de enfado. Esa mezcla, y coincido con Verónica, nos viene a decir que al menos parte de esa inocencia la ha abandonado. Pero es cierto que el alma de un niño es el hábitat natural de la inocencia.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.