...te quiero, Richard


Estuve en la “Siegfried” del día 17, habiendo procurado que no influyeran demasiado los comentarios leídos en otras entradas ya escritas.

De todos es sabido que de una a otra representación pueden haber ligeras diferencias, más en la parte artística y musical que en la técnica que es más mecánica y artificial.

Es totalmente innecesario explicar que, en cualquier caso hemos asistido a unas grandísimas representaciones o al menos es lo que he percibido de los muchos comentarios oídos y leídos y lo que a mi particularmente me ha parecido.

En un debate previo, en el que se utilizaron con frecuencia términos como Simbología, Conceptualidad y Representatividad, alguien preguntó: ¿Sería un Wagner diferente el que veríamos en función de quien escenificase esos términos? ..¿sería el mismo, de la mano de “La Fura..., que de la de Zeffirelli o de Otto Schenk, por decir algunos? La respuesta bonita, pero cuestionable sería que SÍ, porque en cualquier caso el Wagner que percibiríamos siempre sería el que llevásemos dentro de nosotros; pero ese que llevamos dentro puede quedar levemente dañado si lo lesionamos por exceso o por defecto.

Siegfried forma parte de un denso y complejo cuento para adultos, con ingredientes en cantidad tal que permiten ser amplia y pautadamente representados, con un fondo de permanente disputa entre “Dioses” y “Héroes” “La Espada y La Lanza” “La Verdad y la Mentira” o “El Valiente y La Traición” y al final, por fin “El Amor”

De este Siegfried, el del 17, me quedo especialmente con el 2º Acto, musicalmente me pareció mas acertado con la densidad dramática de la Obra y aunque hubo que esperar hasta el 3º para gozar de Jennifer Wilson, (a la que dicho sea de paso le costó una eternidad despertar y levantarse, supongo que debido a ese insólito corsé y vestido ajustado que la habían diseñado) decía que en el 2º se dieron los mayores aciertos en esa conexión tan compleja de cantantes y su espacio escénico.
La proyección de audiovisuales, soporte protagonista del toda la obra fueron equilibrados, sutiles y sin cambiar un ápice su contenido que acompañaron oscilantes, sugerentes, fondos de pantalla que parecían reflejar constantemente la escultura–móvil tipo Calder que presidió y movilizó todo este 2º Acto, (al contrario que los insoportables fluidos o gotas de mercurio del 3º que invitaban a cerrar los ojos y escuchar en total oscuridad el largo y maravilloso duo de amor de la 3ª y última escena)
Sublime la aparición del magnifico y articulado “Dragón”, lentamente, oscilando aleatoriamente las partes de su acerado cuerpo y oliendo a muerte, se sitúa en el centro del escenario y con un giro de 90 grados sobre su base central invade el espacio aéreo del foso, advirtiendo al Sr. Mehta que defenderá con su vida el tesoro celosamente guardado, al tiempo que un bello pájaro con cuerpo de mujer y voz de ángel baja de los cielos o que gusanos de seda devoradores de enanos desaparezcan mágicamente con su presa por el fondo del escenario.

Me quedaré aquí, por que mucho se ha escrito de este Siegfried y de teclas mas expertas que las mías, sólo agradecer a Maac y Ximo las críticas y referencias musicales que me han ayudado a entender mejor esta tercera entrega del “Anillo”

Comentarios

  1. Gracias Alfredo. Sólo quisiera decir que he asistido a dos representaciones, una en platea y otra en cuarto piso y que la estética de la producción sufre un cambio notable según dónde se sitúe el espectador, siendo preferible estar en las alturas. También en lo musical hubieron muchas diferencias entre un día y otro. Pero es que, además, los ojos que vieron y los oídos que escucharon, siendo los mismos, eran distintos.

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